El Fin de la Gran Obra Alquimista

El Fin de la Gran Obra Alquimista

El fin de la gran obra alquimista tiene su objetivo, su finalidad, en lo que concierne a la sexualidad la finalidad es el dominio de nuestro instinto sexual, donde Lucifer el hacedor de luz es blanqueado con su propio fuego sexual y el perro cerbero con sus tres cabezas es domesticado de tal modo que se alcanza la dominación del cielo, la tierra y el infierno. Ahora bien, la finalidad de la gran obra no termina con el dominio de la sexualidad, existe por otro lado la investigación sobre nuestra conciencia, la indagación sobre sí mismo, sobre nuestra realidad profunda.


Una vez dominada la sexualidad y toda su fuerza energética dando alas a nuestra serpiente ígnea de mágicos poderes el Kundalini, nos resta sumirnos en la más profunda comprensión de nuestra naturaleza que traspasa la realidad física y psíquica. Ahondar y profundizar en la plenitud de nuestro Ser demanda una comprensión completa de nuestra mente, recordemos al M. Samael que le dice a su discípulo J.A. que después de la Gran Obra queda la mente.

La totalidad o lo absoluto queda frente al que ha conquistado su naturaleza corpórea y psíquica, entonces la mente es el terreno a explorar en toda su dimensión y profundidad. Digamos que hemos alcanzado la cumbre de la Gran Obra, entonces allá en las alturas una nueva visión debe surgir, allí en lo alto, podemos descubrir una nueva realidad, una nueva perspectiva, allí tenemos los pies tocando las ultimas piedras terrestres donde la materia física y psíquica ya tocan el cielo. Digamos que tenemos un pie en lo manifestado y otro en lo inmanifestado, una vez se alcanza la cumbre hacia abajo tenemos un gran precipicio y hacia arriba el gran espacio, el gran vacío, el mismo espacio abstracto absoluto que todo lo abarca. Es entonces cuando nuestro origen primordial nos deslumbra con gran intensidad, el Sol-Cristo nos muestra la realidad sin sombras, más allá de toda dualidad.

¿Qué hacer? Podemos ver la naturaleza terrestre desde lo alto y al mismo tiempo ver el inmenso espacio lleno de luz, ¿cómo y dónde nos situamos? Lo terrenal nos resulta conocido mientras que el espacio abstracto aun nos resulta enigmático y desconocido. Entonces dos visiones o perspectivas friccionan, una es la visión ya conocida y otra la que aun debemos descubrir, la primera visión es la que hemos elaborado en toda nuestra trayectoria hacia la cumbre, eso es lo conocido, la segunda visión nos deslumbra, tal como relata el Pistis Sofia cuando Cristo con toda su Luz emergiendo desde lo absoluto ciega y asusta a sus discípulos o diferentes partes del Ser.

Es mejor Ser que existir

SAW

Lo enigmático, lo sublime, la profunda realidad del Todo nos invita a Ser sin existir, nos abre la totalidad del espacio que algunos temen más que el precipicio que tienen ante sus pies. En el espacio encontramos la forma y el vacío como una dualidad que debe de unificarse, ya que siempre desde lo eterno estuvo unida la forma y el vacío, en la naturaleza de la forma surge el sonido y el verbo creador, en la naturaleza del vacío encontramos el silencio y la elocuencia de la sabiduría.

Es la propia conciencia la que activa los tres factores de la conciencia: morir, nacer y el sacrificio por la humanidad y no al revés. La conciencia Cristo nos impulsa hacia lo Absoluto, por ello al finalizar la Gran Obra alquimista, el mismo Cristo siempre revolucionario e inconformista nos invita a descubrir lo inmanifestado, nos invita al silencio y la contemplación, ya que todo el mundo manifestado o de la forma es perecedero, mientras que el vacío es un espacio ilimitado e incondicional, más allá de toda dualidad. Más allá de la dualidad nuestra razón o mente intermedia queda obsoleta, solo la mente interior mediante la luz de la conciencia puede abrirse a nuevas perspectivas y asimilar una luz sin sombra, es decir una luz no-dual.


La mente y el espacio son semejantes, todo ocurre en el espacio y el espacio es la mente universal o mente uní-total. Silencio y sonido nunca estuvieron separados, a mayor silencio mayor percepción del sonido, a mayor comprensión de vacío mayor comprensión de la forma.

Ser es mejor que existir, sin embargo, ambos son compatibles y complementarios. El existir es patrimonio del movimiento y del sonido del verbo creador, mientras el Ser es contemplativo, silencioso, es el observador que no existe, ya que no se identifica con forma alguna ni física ni psíquicamente. El Ser unifica forma y vacío, sin caer en los condicionamientos de la forma ya que el Ser toma conciencia del vacío, recordándose a sí mismo como un espacio ilimitado, eterno, incondicional, pleno o absoluto y abstracto o indefinible.

Finalizada la Gran Obra alquimista queda la mente, pues la mente es abstracta, la mente es nuestro propio espacio y el espacio universal. La mente conceptual racional o intermedia condicionada por el dualismo existencial no entiende ni comprende la totalidad de la mente, del espacio y del vacío. Si durante la Gran obra o a posteriori comprendiéramos la totalidad de la mente evitaríamos los riesgos de recaer en la rueda del samsara o rueda de lo existencial. El Maestro Samael ya nos advirtió del peligro de desconocer la totalidad de nuestra mente, queda en nosotros la labor de comprender a fondo y en plenitud lo que es la mente.

La mente sin conciencia es inconsciencia  la conciencia sin mente es un imposible ya que ambas conciencia y mente son la unificación del Todo.

Atentamente:

Rafael Pavía. 10/03/2021.




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