En el ocaso de la vida

En el ocaso de la vida.

Tras años de un camino sin rastro, lleno de éxitos y fracasos, llega el ocaso de la vida.

Viendo el horizonte al alcance busco la luz tras el poniente, la noche me cerca, y miro las estrellas y la oscuridad que les rodea, la luz es tenue, y el alma se acuna en su incertidumbre.

Ser sabio es reconocer la ignorancia, ante el sepulcro, coronas de flores que dicen: “fuiste sin conocer que eres”. El karma se balancea entre la esperanza y la pena de un destino sin fondo, “luz más luz” es el suspiro de Goethe en su lecho de muerte.


Desandar lo andado tras las huellas del tiempo fugaz, nos regresa al principio, las almas se encarnan, y yo viví el dolor de volver a andar lo que mil veces ya ande. Si escuchas los pasos los sollozos son mudos y las alegrías estruendosas, y mientras las alegrías se desvanecen en el cielo, los sollozos germinan en el alma regándolas con lágrimas que surcan por el rostro primordial.

El pobre corazón suspira en cada inhalación buscando la compasión, que solo en carne propia nos trae su redención, nada busca la compasión, nada requiere, su simplicidad es su condición. El amor, nada exige, nada demanda, y nos muestra las cosas “tal como son”. Y ahora, la sabiduría queda a merced del Todo, lo singular navega entonces por el rumbo del espíritu venturoso, que nadie sabe de dónde viene y a donde va.

Cuida cada paso dicen los sabios, aunque ignoremos el destino, siempre abrigados en la futura esperanza de una ilusión estéril. Vive el presente, dicen los sabios pues el ayer dejo de existir y el mañana aun no es. La compasión dice entonces, no escondas el dolor, abre tus ojos y mira tus sueños rotos, golpea la verdad, disipa tus sombras, come vorazmente toda ilusión, muere y resucita a cada instante, pues lo eterno siempre presente, es lo no nacido.

El alma se ciega ante el esplendor de los sabios, el alma resplandece ante el cielo abierto, sola ante el todo. Cuando nuestros ojos se abren ven todo lo de dentro y fuera al unísono, entonces lo bonito y feo se disipan, lo bueno y lo malo se desvanece, en ese momento la luz surge pura incontaminada, inmaculada.

Mi destino se cerró, el circulo sello en el principio y el final, todo se abrió, nada quedo fuera o dentro, el caminar se detuvo entre todo el movimiento, el espíritu reconoció su rostro sin forma, sin partida, sin destino, navego entre el océano de la vida libre en su movimiento. Alce la voz, y como sucede con el dolor y sus sollozos solo el silencio escucho.

Rafael Pavía.     11/07/2020.

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