La compasión y la sabiduría

La compasión y la sabiduría

La peor tragedia humana sobreviene cuando la compasión desaparece, cuando nuestro corazón turbado no sabe cómo enfrentar sus problemas y las desgracias de nuestros semejantes. 



Este mundo se ha convertido en un “valle de lágrimas”, nuestra conciencia anda perdida, sin luz, buscamos la sabiduría aquí y allá sin encontrar remedios, la sociedad está enferma, atrapada en sus códigos, reglas, moralidades, no encuentra salida, todo es demasiado complejo, y hemos llegado al límite de la supervivencia, eso es lo único que importa, sobrevivir. Y cada cual mira por sí mismo, por su propia supervivencia, me pregunto si esto no es lastimosamente apocalíptico.

La sabiduría sin compasión es engañosa, falsa, un despropósito, ya que ¿a quién beneficia la sabiduría sin compasión? la sabiduría sin compasión va a la derriba, pierde el norte y todo su sentido.

Hablemos de la Compasión que es la matriz de la sabiduría, la compasión carece de normas, de condiciones, de reglas, es ¡completamente libre! Nada exige, nada quiere, nada demanda.

La compasión primero se recibe, primero se vive en nuestras propias carnes, sino ¿cómo podríamos conocerla? ¿cómo podríamos hablar de la compasión sin que fueran palabras vacías? Si antes, no la hemos experimentado o vivido en nuestras propias carnes. La compasión perfora nuestro corazón cuando otros nos salvan, cuando otros nos ayudan en nuestra desesperación.

Pero que sucede si nunca hemos recibido compasión, si nadie recayó en que necesitábamos ayuda, son muchas las ocasiones en que nos excusamos de ser compasivos, porque nunca nadie nos ayudó ¿entonces qué? Nos justificamos y seguimos encerrados en nuestro caparazón de la auto-salvación.

Existe un remedio infalible para invocar la compasión, cuando nadie nos auxilia, este remedio es dejar de ser auto-compasivo. En gran medida, nuestros sufrimientos son dados por la gestión de nuestra auto-compasión, creemos que merecemos más de lo que tenemos, que merecemos más de lo que nos dan, creemos que nuestros sufrimientos son mayores que el de los demás, pensamos que no somos comprendidos, etc. La auto-compasión se ensimisma en nuestro ego y esta actitud es totalmente contraria a la compasión.

La compasión disuelve la auto-compasión, la compasión mira por sus semejantes y no por uno mismo. Sentir la compasión de nuestros semejantes sobre uno mismo, produce en ocasiones un agravio sobre nuestro orgullo, sobre nuestro querido ego, este ego es totalmente complaciente consigo mismo, esta complacencia está llena de auto-compasión.

Cuando la compasión perfora nuestro corazón y alumbra nuestra conciencia nuestro orgullo se va, se disuelve, sustituyéndole la humildad que nada quiere para sí mismo.

Si dejamos a un lado la auto-compasión, si dejamos a un lado la consideración de unos y otros, la propia humildad nos abre las puertas a la compasión, de este modo, no hay necesidad de recibir la atención de los otros para que la compasión llegue a nuestros corazones.

Al recibir la compasión empezamos a conocerla, entonces nuestro corazón empieza retomar su tono, la luz de la conciencia empieza a aflorar, y la sabiduría empieza a ver la luz al final del túnel.

La compasión primero se recibe, luego empieza a actuar, primero es débil, frágil, porque el temor nos limita. Vivir sin miedo, es consecuencia de la compasión, de la compasión surge la valentía y el cese del temor. Ya que cuando recibimos la compasión, ella nos muestra que nada ni nadie le impide actuar, es completamente libre, esa es la dicha de la humildad.

La sabiduría moldea nuestros conocimientos, orienta nuestros actos, poseer toneladas de conocimiento sin compasión, nos ha llevado a una sociedad ilustrada pero ignorante. Ignoramos nuestro verdadero propósito en esta existencia, así hemos convertido el mundo y nuestra sociedad en un estercolero de valores inhumanos.

Todos quisiéramos una sociedad más justa, más libre, más igualitaria, sin violencia, etc. pero anteponemos nuestros derechos a nuestras obligaciones. Porque primero miramos por nosotros mismos, por nuestros derechos, por nuestro bienestar y luego acatamos las obligaciones a regañadientes, porque no hay justicia, porque no hay igualdad, porque nadie se preocupa por nosotros, etc. etc. y entre estas consideraciones sobre los derechos y obligaciones, no dejamos ni una rejilla a la compasión, que por naturaleza es libre e incondicional.

Tantas trabas, bloqueos y condicionamientos hemos creado que la compasión se queda sin respiración, abrumada y ahogada. Quisiéramos encontrar una explicación diligente, convincente, e incluso agradable para activar la compasión. Sin embargo, la compasión siendo libre e incondicional, es demasiado revolucionaria para someterse a nuestras complacientes exigencias, la compasión no exige un “porque” una “razón”, siquiera un motivo, ¿se puede entender esta simplicidad de la compasión?

La compasión no participa de la miseria, al contrario, es la compasión la riqueza más grande que el ser humano puede compartir. Una riqueza que no necesita de explicaciones, ni de números, ni de cuentas, esta riqueza convierte la multiplicidad en unidad, si entendiéramos esta riqueza comprenderíamos claramente el milagro de la multiplicación de peces y panes de Cristo:

5 Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?

6 Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.

7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco.

8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:

9 Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?

10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones.

11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.

12 Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.

13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.

                                                      Evangelio de Juan.



Mil vueltas y mil explicaciones se han dado sobre este milagro, sin caer en cuenta de que no son las cuentas, ni los números, ni lo poco o mucho, que se tiene o posee, para que la multiplicidad se convierta en unidad figurada en Jesús. En la unidad la compasión ejerce su sabiduría ¿es tan difícil comprender este milagro de convertir la multiplicidad en unidad?

En el esoterismo y el gnosticismo cristiano se dice, que: “Cristo es unidad múltiple perfecta”, siendo la multiplicidad perfecta, siempre que la unidad sostenga la multiplicidad, de lo contrario la multiplicidad sin unidad solo nos lleva al caos.

Atentamente:

Rafael Pavía.                       20/06/2020.

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