Antes del génesis


Capitulo 1: Antes del génesis:

Sobre el principio, antes del principio, el verbo, el silencio, el “yo”, el “soy”, la palabra perdida.


Tras millones de años la humanidad hablo, primero escucho en el vientre de su madre, luego olio, palpo y gusto de la leche y el néctar del paraíso situado en el génesis entre el rio Tigris y Éufrates, y en verdad situado en los pechos de nuestra madre. Entre sus brazos disfrutamos del dulce paraíso.



La primera herencia del que nace es el amor, es lo primero que recibe, lo que primero digiere, en ese acto bilógico es el amor que se convierte en vida, crecimiento, esperanza. Si cada gramo de nuestro cuerpo no estuviera saturado de vida, la muerte cerraría pronto nuestro destino.

La inteligencia sobreviene de lo escuchado, la sabiduría de lo sentido, lo que se siente por primera vez es lo que perdura sin final, eso es amor. Antes de que las palabras tomaran forma, nuestra boca y garganta se inundó de leche materna, de compasión y por tanto de sentimientos sabios.

La religión, es aquello que vuelve a su principio. Al regresar lo que fue oscuro se vuelve luz, en el viaje de regreso las palabras y los escritos se descomponen y recomponen, hasta volver a sentir el latido único, que ahora llaman “big bang”.


«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios».

Juan1:1

Una vez regresamos al principio cerramos el círculo del tiempo, el final y el principio se sellan en el latido unísono, la historia deja de correr hacia delante y hacia atrás, todo se vive en el presente. El silencio abre de nuevo nuestros sentidos, antes de que el tiempo diera su primer “tic-tac”, lo presente exclamo sin voz “yo soy el que soy”.

 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY 

Éxodo 3:14


Esta es la exclamación del silencio, antes de decir, antes de hablar, antes de escribir, antes de que el tiempo se precipite tras las letras; en la matriz oscura y silenciosa donde el tiempo aún no transcurre la presencia pronuncia sin voz “yo soy”.

Si en el silencio no escuchamos nuestra presencia a nuestro “yo soy”, es que aún no hemos llegado al principio y nuestro origen sigue perdido.



En el silencio el tiempo cesa, se interrumpe; y si el silencio es interrumpido es porque el tiempo exige que le prestemos atención y nos habla del ayer o del futuro. Si persistimos en el silencio el tiempo se asfixia y enmudece. El silencio finalmente nos lleva al principio, al origen, donde la presencia inmaculada del Ser es, sin ser.

Más importante que el “Yo” es el “Soy”, y ambos van juntos, el “yo” es presencia, el “soy” es aquello con lo que me identifico: yo soy ateo, yo soy creyente, yo soy español, yo soy universal, yo soy libre, yo soy esclavo, etc. El “yo” busca sus propiedades en el “soy”: Soy rico, soy pobre, soy exitoso, soy un fracasado, etc. Y en el “yo soy” escribimos toda nuestra historia. Una historia que el propio tiempo destruye.

El “yo” se aferra al tiempo pues teme extinguirse, el “soy” se transforma sin cesar agotando un “yo” tras otro: yo era joven, yo tengo experiencia, pero ya no me sirve porque el tiempo me dejo atrás, yo era fuerte ahora soy viejo, yo tenía buena memoria ahora el tiempo me la ha borrado, etc. Y así, sucesivamente el “yo soy” se pierde sin encontrar su final, por no atender, por no escuchar su primer latido, su primer instante. Es por ello, que el silencio tiene todo el poder y la magia, que nos lleva de regreso al “tiempo del no tiempo” como decían los antiguos mayas.

Comprender o experimentar nuestro Ser en su plenitud no tiene palabras y si un silencio, que la tradición de sus fieles practicantes ensalza diciendo: “el silencio es la elocuencia de la sabiduría”.


Antes de nacer la presencia “Es” sin voz, ni palabra; dos veces por tanto nacemos, primero biológicamente y segundo cuando la palabra se hace carne:

Y la Palabra se hizo carne

Juan: 1:14

La palabra se hace carne o verdad en nosotros cuando encontramos el origen del “hacedor” o creador, entonces la palabra encuentra su sentido, su razón de Ser. Hallar “la palabra perdida”, es encontrar el paraíso, la inmortalidad de nuestros orígenes, aquello siempre eterno e innato. En ese espacio atemporal el silencio retumba con solo su presencia.

La palabra tiene un largo recorrido, primero balbuceamos, luego repetimos las palabras aprendidas, parafraseamos, charlamos, dialogamos, escribimos las palabras, filosofamos y así va pasando el tiempo hasta que encontramos el sentido de las palabras. La “palabra perdida” se encuentra en el primer instante, allí emerge todo el sentido de la vida y su largo recorrido.

Si comprendiéramos como desde el silencio surge la primera palabra, entenderíamos toda la historia de la humanidad, veríamos como se perdió la palabra del primer instante y luego la estuvimos buscando sin encontrarla, perdiendo también el silencio. Palabra tras palabra llenamos libros, bibliotecas enteras, nuestro entendimiento se torció con tanta palabrería, pero solo la palabra nos puede salvar, como el hilo de Ariadna salvo a Teseo del laberinto, porque en el principio era el verbo.





Continuara …

Atentamente:

Rafael Pavía.                              21/06/2020.

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