La nueva edad de oro
La nueva edad de oro
El tiempo dicen es cíclico, circular, todo vuelve a empezar una vez todo se termina, nacimiento y muerte van de la mano, el tiempo no puede resistirse a la eternidad, por ello el tiempo se agota, languidece en su otoño para morir en el invierno, la amarga o dulce muerte extingue el tiempo caduco dando paso a lo atemporal, lo eterno, que sin disfraces ni formas manifiestas dan paso a la nueva primavera. Una edad de oro, una primavera que se alza junto al sol resucitando toda vida. El poder de lo eterno, se encuentra entre la verdad que perpetua incesantemente su amor delicioso, dando vida y más vida, luz y más luz, ¿qué esconde lo eterno tras las formas caducas? ¿qué misterio luce lo eterno tras la muerte? Es la vida, lo eterno, el ave fénix resucitando una y otra vez.
Donde hay dolor hubo alegría, cuando la alegría sucumbe se vuelve gris lapidando esperanzas ahogándose entre el tiempo malévolo que se mueve entre su pasado y su futura dicha. El tiempo nos encierra en su esfera circular creando cascaras que envuelven el secreto eterno de la vida, para volver a resucitar cascaremos el huevo misterioso que contiene la esencia de la vida perpetua. ¿Buscas el oro de la felicidad? ¿quieres encontrar la perpetua placidez? Si es así, detén el tiempo, interrumpe el transcurso de los aconteceres, rompe el cascaron que una y otra vez baña tus ojos entre lágrimas de tristeza y alegría, y permanece dentro y fuera de ti mismo sin interrupción, atento al fuego de la vida, como el ave fénix que resucita de sus cenizas, pues ella es el mismo fuego de la vida.
El oro, es como el fuego puro y noble, su nobleza trasciende el bien y el mal, pues hablamos del oro espiritual y del fuego eterno que es el amor, quien dulcemente devela los misterios de lo eterno.
Dicen que la nueva edad de oro vendrá después de un parto doloroso, este dolor lo sufre la mariposa saliendo de su crisálida, es una metamorfosis que la naturaleza guarda entre sus mayores secretos, entre ellos su secreto más prestigioso son la edad de oro donde florecen nuevas humanidades. Todo empieza en el amanecer según el poeta Ovidio, en la edad de oro la humanidad convivía con los propios dioses y detrás de la edad de oro, vino el verano plateado, siguiendo el otoño cobrizo, finalizando con el férreo invierno donde los humanos se olvidan de sus dioses eternos.
El frio invierno asola nuestros tiempos, el fuego y el oro escasean entre las almas en pena que apenas se sostienen en pie, es hora de que el tiempo se detenga, de que todo se pare, de que la inercia decaiga y cese todo movimiento, una tumba fría abre sus fosas y uno tras otro todos caemos en las fauces de la hambrienta muerte que todo lo devora.
Mantengamos el calor del fuego mientras el oro destila sus impurezas, y cuando el tiempo muera y todo cese, el propio sepulcro que sella la muerte se romperá, su mármol se resquebrajara y dentro nada habrá, pero en su interior un nuevo amanecer asomara brillando en las almas purificadas que mataron el tiempo, para amanecer en la eternidad. Hablo del espíritu, no de la carne, hablo del alma intangible que no está dentro sino en el interior, hablo en palabras vivas que solo el espíritu conoce.
Escribo un prólogo de lo que ha de venir, porque ahora sé que es tiempo de esperanza en este frio invierno. La muerte tiene ahora un sentido real, todo se derrumba, ya nada soporta la insolidaridad humana, cuando el amor sucumbe y el fuego se extingue el alma pierde el espíritu que la sostiene. Entonces la esperanza solo puede refugiarse en un nuevo amanecer después de la noche invernal.
¿dónde se encuentran los dioses del nuevo amanecer? ¿quién levantara de sus sepulcros a los muertos que esperan su resurrección? ¿cuántas almas pueden ver la próxima primavera? Sin luz, andamos ciegos y la esperanza se ahoga entre nuestras miserias, solo plomo palpan las almas cegadas que caminan entre las cenizas de su pasado, mientras que unas pocas almas levantan la antorcha inextinguible de nuevos amaneceres.
Un prefacio escribo para las almas dispuestas a reconocer su inmortalidad, su belleza incorrupta, estas son las almas que conocen la sabiduría del amor, ellas encontraran la luz aun en el invierno más oscuro y frío sellando en sus corazones un pacto con lo eterno, donde el manantial de la vida fluye sin cesar.
Una nueva edad de oro nos espera más allá del fangoso invierno que todo lo oxida con el paso del tiempo, de momento solo podemos sostener a cada momento la llama perpetua, la llama inextinguible que levanta cada mañana la aurora. Sostener el áureo florecer en cada instante, en la mañana, el medio día, en la tarde y en la noche, declinara el tiempo malévolo de nuestros días oscuros, perdurando un presente inagotable firme en su destello dorado.
Atentamente:
Rafael Pavía. 21/05/2020.
El tiempo dicen es cíclico, circular, todo vuelve a empezar una vez todo se termina, nacimiento y muerte van de la mano, el tiempo no puede resistirse a la eternidad, por ello el tiempo se agota, languidece en su otoño para morir en el invierno, la amarga o dulce muerte extingue el tiempo caduco dando paso a lo atemporal, lo eterno, que sin disfraces ni formas manifiestas dan paso a la nueva primavera. Una edad de oro, una primavera que se alza junto al sol resucitando toda vida. El poder de lo eterno, se encuentra entre la verdad que perpetua incesantemente su amor delicioso, dando vida y más vida, luz y más luz, ¿qué esconde lo eterno tras las formas caducas? ¿qué misterio luce lo eterno tras la muerte? Es la vida, lo eterno, el ave fénix resucitando una y otra vez.
El oro, es como el fuego puro y noble, su nobleza trasciende el bien y el mal, pues hablamos del oro espiritual y del fuego eterno que es el amor, quien dulcemente devela los misterios de lo eterno.
Dicen que la nueva edad de oro vendrá después de un parto doloroso, este dolor lo sufre la mariposa saliendo de su crisálida, es una metamorfosis que la naturaleza guarda entre sus mayores secretos, entre ellos su secreto más prestigioso son la edad de oro donde florecen nuevas humanidades. Todo empieza en el amanecer según el poeta Ovidio, en la edad de oro la humanidad convivía con los propios dioses y detrás de la edad de oro, vino el verano plateado, siguiendo el otoño cobrizo, finalizando con el férreo invierno donde los humanos se olvidan de sus dioses eternos.
El frio invierno asola nuestros tiempos, el fuego y el oro escasean entre las almas en pena que apenas se sostienen en pie, es hora de que el tiempo se detenga, de que todo se pare, de que la inercia decaiga y cese todo movimiento, una tumba fría abre sus fosas y uno tras otro todos caemos en las fauces de la hambrienta muerte que todo lo devora.
Escribo un prólogo de lo que ha de venir, porque ahora sé que es tiempo de esperanza en este frio invierno. La muerte tiene ahora un sentido real, todo se derrumba, ya nada soporta la insolidaridad humana, cuando el amor sucumbe y el fuego se extingue el alma pierde el espíritu que la sostiene. Entonces la esperanza solo puede refugiarse en un nuevo amanecer después de la noche invernal.
¿dónde se encuentran los dioses del nuevo amanecer? ¿quién levantara de sus sepulcros a los muertos que esperan su resurrección? ¿cuántas almas pueden ver la próxima primavera? Sin luz, andamos ciegos y la esperanza se ahoga entre nuestras miserias, solo plomo palpan las almas cegadas que caminan entre las cenizas de su pasado, mientras que unas pocas almas levantan la antorcha inextinguible de nuevos amaneceres.
Un prefacio escribo para las almas dispuestas a reconocer su inmortalidad, su belleza incorrupta, estas son las almas que conocen la sabiduría del amor, ellas encontraran la luz aun en el invierno más oscuro y frío sellando en sus corazones un pacto con lo eterno, donde el manantial de la vida fluye sin cesar.
Una nueva edad de oro nos espera más allá del fangoso invierno que todo lo oxida con el paso del tiempo, de momento solo podemos sostener a cada momento la llama perpetua, la llama inextinguible que levanta cada mañana la aurora. Sostener el áureo florecer en cada instante, en la mañana, el medio día, en la tarde y en la noche, declinara el tiempo malévolo de nuestros días oscuros, perdurando un presente inagotable firme en su destello dorado.
Atentamente:
Rafael Pavía. 21/05/2020.
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