La voluntad y la compasión

La voluntad y la compasión

A la voluntad personal se le atribuye un gran poder o fuerza si se canaliza correctamente, con ella podemos triunfar en nuestras empresas, el deporte, etc., incluyendo nuestro proceso espiritual, por ejemplo, con esa fuerza de voluntad nos proponemos meditar una hora diaria y si lo conseguimos con nuestro esfuerzo, lo consideramos un éxito. Sin embargo, la voluntad no se desmarca de lo colectivo, de un “todos nosotros”, la voluntad es “todo-incluyente”, pues por medio de la voluntad ejecutamos nuestros actos que repercutirán en el “mi” y en todo el colectivo sin exclusiones.

La voluntad no solo se ciñe a lo personal, el grave error, sobre la voluntad es enmarcarla solo dentro de lo personal o individual, pues siendo así, permanecemos en el ámbito de la dualidad y la exclusividad del “yo”, por lo que cabe preguntar ¿si el impulso de nuestra voluntad personal, es solo producto de nuestro exclusivo deseo?

En la indagación de sí mismos despertamos nuestra conciencia cuando descubrimos la conciencia no-dual, que nos ampara bajo una conciencia cósmica o uni-total. Es entonces donde podemos descubrir la esencia la voluntad y su realidad. Se entiende que la voluntad puede mover causas y cambiar circunstancias, para obtener determinados logros, pero si solo se enmarcan dentro de lo personal, no podremos descubrir que la voluntad se mueve por encima de lo individual.


La esencia de la voluntad concierne a la totalidad, implica a toda la creación y a todos los seres sintientes, al mismo cosmos, es decir, que la voluntad real camina en pos de lo universal, por lo que ejercitarse solo en la voluntad personal nos puede poner en contra de la propia esencia de la voluntad, cayendo en una enorme contradicción. La voluntad personal puede modificar causas personales, pero con ello, es posible que nos pongamos en contra de unos y a favor de otros, desmarcándonos de la unidad o el colectivo. La lógica individualista o dualista del “yo” nos dirá que es imposible beneficiar a todos, lo que inevitablemente creara conflictos entre nosotros y ellos, entre tú y yo, etc. Y he ahí, el grave error o el desconocimiento de la auténtica voluntad, pues si realmente despertamos la conciencia y su naturaleza no-dual, caeremos en cuenta de que la voluntad es colectiva o universal, siendo su razón de ser la compasión.

Cada acto de nuestras vidas mueve causas y efectos, que benefician o perjudican, ¿a quién benefician y a quien perjudican nuestros actos o voluntad? Al ignorar que la voluntad real va de la mano de la compasión y de lo universal, caemos en un sin fin de causas y efectos, que, como vemos en nuestra historia humana nos ha perjudicado enormemente creando un mundo lleno de conflictos, enfrentamientos, disputas, etc.


Comprender nuestra realidad solo desde el ámbito de lo personal, es ignorar la completitud de sí mismos, cuando despertamos conciencia, esta conciencia responde ante lo personal y lo colectivo sin separar lo uno de lo otro. Pues nuestra voluntad no puede ponerse en contra de unos y otros, lo que llevaría a generar más karma negativo, ante tan evidente responsabilidad, no podemos desvincular la voluntad y nuestros actos de la compasión.

No son pocas las veces que nuestra voluntad personal con sus deseos propios, choca con nuestro destino desmontando e impidiendo que nuestra voluntad personal se cumpla, esta situación bastante común nos amarga la existencia, nos saca nuestra frustración y la ira, chocando con el muro de la incomprensión. Una y otra vez, caemos en este choque entre nuestros deseos personales y el destino que nos envuelve llevándonos por derroteros que no son de nuestro agrado, chocando nuestra voluntad ante un destino que no aceptamos. El remedio a tanta discordia entre lo que “yo” quiero y lo que nos sucede, requiere una revalorización de nuestra voluntad, donde la lucha entre nuestro interior y nuestro exterior debe sentarse en la paz, en el cese de conflictos. Despertar la conciencia en el estado no-dual implicara que lo personal o individual se implique en lo colectivo, siendo el cauce de tal vinculo la compasión.

Hacer “la voluntad así en la tierra como en el cielo” como reza el “Padre nuestro”, merece la reflexión, pues hablamos de un “Padre nuestro” común a todos desde nuestros orígenes. La conciencia despierta, según han expuesto todos los maestros de la humanidad de oriente y occidente aboca hacia la conciencia común, cósmica o universal, una voluntad sin conciencia nos lleva a golpearnos sobre nuestro destino incomprendido, causando mil estropicios. La voluntad se encauza unificando tierra y cielo, lo exterior e interior, lo individual y lo colectivo, en una conciencia no-dual, considerando que la responsabilidad de nuestros actos solo tiene sentido en la sabiduría compasiva.


Si llegamos a una comprensión meramente intelectual de la no-dualidad, podemos exponer que no habiendo “yo”, no existiendo actor, no hay responsabilidad; con tal justificación pensamos que solo hay que dejar fluir las cosas sin más. Esta postura se desvincula de la compasión y del ejemplo de los grandes maestros de la humanidad, ignorando o rechazando el verdadero poder transformador de la compasión, este ilimitado poder transformador de la compasión, es el verdadero impulsor de nuestra voluntad. También podemos objetar, que en realidad no hay nada que transformar ni dentro ni fuera de nosotros según la teoría de la no-dualidad, pues en tal teoría, no hay puro o impuro, ni bueno ni malo, etc. eso es cierto, si en realidad el no-actor, el no-yo, está completamente absorbido en la naturaleza compasiva.

La compasión es ecuánime, todo incluyente, incondicional, pues en su naturaleza no hay “yo ni tú”, así en la compasión, en su sabiduría, en sus actos, en su voluntad, rige la unidad no-dual, por ello no podemos eludir su inmenso poder transformador, del que precisamente se elude nuestro querido “yo”.

Atentamente:

Rafael Pavía.                           08/03/ 2020.

Director del CICI (Circulo de Investigación de la Conciencia Integral).
    

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