Llorar por vivir

Llorar por vivir

Llore en el vientre de mi madre, llore durante el primer año de mi vida de día y de noche, no sabían que me sucedía, ni como sobrevivía sin apenas alimentarme, cumplido el año cambie, empecé a tener un hambre voraz y deje de llorar. Desde el primer año cumplido hasta que cumplí seis años fue mi época más feliz, luego todo se torció.

Lloraba porque no quería nacer, no quería volver a existir, a volver a este valle de lágrimas que es este mundo. Pero se operó el milagro de la vida al año de nacer, dejando un lapsus de seis años para tomarle gusto a la vida.


El dolor humano puede llegar a extremos infernales y nuestra fantasía aun crea infiernos con mayores sufrimientos, extremando nuestros miedos y angustias. A los seis años termino el lapsus vacacional y mi vida se volvió un tormento. Mi sistema nervioso quedo hecho añicos, mis manos temblaban y mi cuerpo no podía resistir la presión de mis miedos y angustias. Me llevaron al médico especialista, me mando después de ver mi caótico estado cuarenta inyecciones de tranquilizantes Valium; de aquellos días no me acuerdo, más que de la primera inyección; aquello de nada sirvió, seguí con mis temblores y con los desasosiegos.

En el fondo de mi alma, yo quería comprender todo aquello que me sucedía, también quería comprender que narices de vida y mundo estábamos viviendo o creando. Mi primer gran dilema, fue entender porque las personas mayores mentían, no podía entender esta cuestión de la mentira, ¿por qué mentían? Observaba las conservaciones de los mayores y podía percibir como falseaban sus conversaciones, como mentían y como las apariencias y la hipocresía era una constante en las relaciones humanas; aunque no siempre, a veces se daban momentos de sinceridad. Comprendí porque la gente mentía cuando yo empecé a mentir; y es que uno puede empezar a mentir por pura defensa, por salvaguardar su integridad, aunque esta sea solo pura apariencia.


Yo no quería nacer, porque mi vida pasada fue un completo fracaso, uno lucha por darle a la vida un sentido profundo y real, alcanza conocimientos de altura sobre la condición humana, su historia, su psicología, etc. y se involucra en ayudar a buscar la luz a sus semejantes, pero llega el final de sus días y dice: “a veces me detesto”. Que en otras palabras con un mismo sentido expreso un genio, Johann W. Goethe en la hora de su muerte: “luz, más luz”. Llegar al final de nuestros días, sin haber comprendido la profundidad de nuestro Ser y la esencia de nuestras vidas, para mí, fue un fracaso. Pero el milagro de la vida, es un acto de voluntad, que trasciende nuestro pequeño ego, y mientras eso no sea comprendido, nuestra frustración es inevitable.

Volví a la rueda del samsara, a la rueda de nacimientos y muertes, y tuve que seguir el camino de mi disolución. El camino que, frente a la voluntad de la vida te impele a seguir caminando hasta congeniar plenamente con la Luz de la vida. Uno, se disuelve a sí mismo mediante el fracaso y la compasión. Por ello llorar por la vida, es tan beneficioso como la lluvia para el suelo fértil. Cada fracaso, nos está diciendo que todo es mejorable, cada fracaso nos dice que los triunfos son efímeros, que la lucha no está en vencer y triunfar, sino en pasar por la vida sin dejar rastro de sí mismos, para que sea la luz la que impere. Y ahí, viene la divina compasión, artífice de la voluntad de la vida, la compasión es la que nos levanta de cada caída, de cada tropiezo, de cada error, en nuestras vidas. Siempre será la compasión la que finalmente conquiste todos los triunfos, esa es la voluntad universal, quien ignora este hecho, es un condenado, un fracasado.


Quizás malgaste mi primer año de vida llorando sin cesar, o quizás no, porque del llorar surgen las lágrimas con la sal de la vida. Mi intención desde la infancia, era la de no llorar más, pues, no quería que mis lágrimas fueran malgastadas por un sufrimiento que no comprendía; yo, quería comprender las razones y los motivos de la existencia, quería entender porque venimos a padecer en este mundo, no llore, hasta que fui comprendiendo, finalmente llore y termine de comprender.

La voluntad no puede estar dividida o seccionada, por intereses, deseos, pensamientos personales olvidando que la vida, no es simplemente lo que nuestro pequeño ego ve piensa, cree y quiere hacer. La voluntad real, es aquella fuerza que mueve el cosmos. El cosmos forma parte de nuestro mundo exterior e interior, y su voluntad es la que dinamiza nuestras vidas a pesar de nuestros pesares.

La voluntad adquiere su fuerza en la unidad, en una conciencia sin divisiones, sin batallas, sin enfrentamientos, sin contradicciones, la voluntad nos lleva inexorablemente hacia nuestro destino cierto, donde resplandece la conciencia No-Dual. Una conciencia plenamente integral, donde lo exterior e interior se unifican, donde las batallas cesan, los enfrentamientos se disuelven en pos de la comprensión y las contradicciones se extinguen dejando que la voluntad sea.

La voluntad es unidad, la unidad surge de la compasión, siendo la compasión la esencia que dinamiza el centro y la periferia del cosmos. Sin compasión, nuestra voluntad jamás acertara en sus quehaceres, ni daremos en la diana del acierto, nuestros actos se malgastarán en un pequeño e insignificante “ego” si nuestra voluntad no es compasiva.


Se llora por tristeza, por alegría, por desesperación, por miedo, se puede llorar por miles de cosas, por la pérdida de algo o alguien querido, etc. y también vale la pena llorar por la misma vida, no por la vida que nuestro pequeño “yo” ha creado en su entorno, sino por la vida que nos enseña a ser lo que auténticamente somos. 

Somos sombras que dan fe de la luz. Cuando dejamos de ponernos de lado de la sombra y reconocemos la luz de la vida, la sombra de nuestro pequeño “yo” dejará que la luz nos guíe, como en realidad siempre hizo a pesar de nuestra mala o desacertada voluntad, pues la sombra sin luz no puede existir, siendo siempre la luz la que permitió a la sombra moverse.

Entonces sometidos a la voluntad inquebrantable de la unidad, acertadamente nuestra compasión atinara en nuestros hechos, permitiendo que nuestros éxitos y fracasos sean sombras que se disuelven en la propia luz.


Las lágrimas de la compasión son nuestra salvación


Atentamente:

Rafael Pavía.                              03/02/2020.



Relatos y reflexiones biográficas.

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