El nacimiento y la muerte en el presente. Ken Wilber.

El nacimiento y la muerte en el presente.

El nivel existencial se genera con el dualismo/represión/proyección primario: la Mente se divide, su no dualidad se re­prime, y a continuación se proyecta como organismo frente a medio ambiente, con la identidad del hombre centrada en su organismo como existente en el tiempo y en el espacio. La identidad del hombre se desplaza del todo a su organismo. El pecado original del hombre comprende por consiguiente, no sólo el descenso de la no dualidad a la duali­dad, sino de la eternidad al tiempo, de la infinitud al espacio, de la subjetividad absoluta a un mundo de sujetos y objetos, y de una identidad cósmica a otra personal. El actor, el actor único, común en y para todos nosotros, el hombre eterno de Blake, queda absorto en su papel, en su psicodrama, hasta el punto de olvidar deliberadamente el consejo de la filosofía, «has olvidado quién eres». Y así, con ejemplar ironía, se in­terpreta el drama humano en el furibundo escenario del espa­cio y del tiempo. 


No olvidemos que, de un modo inmediato, esta separa­ción del sujeto y del objeto señala la creación del espacio: el propio dualismo primario crea el espacio. La subjetividad ab­soluta carece de tamaño o de espacio y es, por consiguiente, infinita, pero con la emergencia del dualismo primario, el su­jeto se separa ilusoriamente del objeto y esa separación, esa «brecha» entre observador y observado, no es sino el propio espacio. El hombre, al identificarse con su organismo como algo independiente de su medio ambiente, crea necesaria­mente la gigantesca ilusión del espacio, la brecha entre el hombre y su mundo.

Además, necesariamente vinculada a la creación del espa­cio, está evidentemente la creación del tiempo,ya que el espacio y el tiempo forman un continuo interrelacionado. Después de examinar el cómo de la génesis del tiempo, hemos podido comprobar que ha sido creado como efecto secundario del modo memorístico lineal y serial del hombre de ver el mundo. Concentrémonos ahora en el porqué de la génesis del tiempo y comprobaremos que no es más que una forma de eludir la muerte por parte del hombre.

Es la emergencia del nivel existencial lo que da pie al infame debate sobre «ser o no ser». Puesto que en ese momento el hombre desvincula su organismo de su medio ambiente, de pronto es consciente de que su principio no es el principio del Universo, de que hay cosas que existen independientemente de él y se da cuenta de ello al sufrir el contacto con el mundo de los obstáculos. En ese momento aparece el miedo consciente de la muerte, del peligro que el no yo representa para el yo.

Dado que el hombre ha separado su organismo de su medio ambiente, identificándose a continuación exclusivamente con el primero, el problema de la existencia o inexistencia del organismo adquiere ahora una importancia fundamental. Así, debido exclusivamente a que el organismo ha sido separado del medio ambiente por el dualismo primario, se genera la angustia existencial: la ansiedad del ser frente a la nulidad, de la existencia frente a la inexistencia, de la vida frente a la muerte. El hombre no es capaz de aceptar, ni siquiera concebir la posibilidad de la aniquilación inminente, de la extinción total que la muerte supone para él y por tanto, sin comprender que en realidad la vida y la muerte son una misma cosa, las separa para huir desesperadamente de una muerte imaginaria:

“Es lo mismo en nosotros lo que está vivo y lo que está muerto, lo despierto y lo dormido, lo joven y lo viejo; al invertirlo, lo primero se convierte en lo último y lo último en lo primero”.Heráclito

A la mayoría de los individuos les resulta sumamente difí­cil comprender que la vida y la muerte «no son dos», y la difi­cultad no radica en su complejidad, sino más bien en la senci­llez; no es que sea demasiado complejo, sino más bien excesi­vamente simple para comprenderlo, por lo que se nos escapa en el mismo momento en que empezamos a pensar en ello. La vida se interpreta normalmente como algo que empieza con el nacimiento y acaba con la muerte, por lo que la vida y el naci­miento se enfrentan irreconciliablemente a la muerte. Pero, en realidad, la vida y la muerte, o hablando con mayor pro­piedad el nacimiento y la muerte, no son más que dos formas distintas de observar la realidad del momento actual. Como hemos visto, en el presente absoluto no existe el pasado y lo que no tiene pasado es algo que acaba de nacer. El nacimiento es la condición de no tener pasado. Asimismo, en el presente absoluto tampoco hay futuro y lo que no tiene futuro es algo que acaba de morir. La muerte es la condición de no tener fu­turo. Así pues, el momento presente, puesto que no tiene pa­sado, es recién nacido y, puesto que no tiene futuro, está si­multáneamente muerto. Por consiguiente, el nacimiento y la muerte son simplemente dos formas de hablar del mismo momento atemporal, ilusoriamente separados sólo por aquellos «que son incapaces de escapar de la noción de sucesión temporal, a fin de ver todas las cosas en su simultaneidad». En resumen, el nacimiento y la muerte son uno en este mo­mento atemporal.

Pero el hombre, al identificarse exclusivamente con su or­ganismo e iniciar de ese modo el ilusorio debate entre el ser y la nulidad (ya que dicho debate es imposible cuando el organismo es uno con el medio ambiente), le resulta insoportable la perspectiva de que su meta pueda ser la aniquilación; es in­capaz de aceptar lo que para él parece ser la muerte. Así, como consecuencia del dualismo primario, aparece el segun­do dualismo/represión/proyecciónimportante: el hombre di­vide la unidad de la vida y la muerte, reprime dicha unidad, y la proyecta como la guerra de la vida contra la muerte.

Sin embargo, al dividir y negar la unidad de la vida y la muerte, el hombre divide y niega simultáneamente la unidad del momento presente, ya que la vida, la muerte y el momen­to actual son todos uno. Y así se crea el tiempo,ya que al ne­gar la muerte el hombre se niega a no tener futuro y por consi­guiente niega la realidad del momento sin futuro, el momento atemporal;es incapaz de seguir existiendo en el ahora y debe hacerlo en el tiempo; deja de gozar de la vida de hoy, ya que tiene que vivir también mañana. En palabras de Emerson (en Autodependencia):

“Estas rosas que hay bajo mi ventana no guardan relación con ro­sas anteriores ni con rosas mejores; son lo que son; existen con Dios hoy. Para ellas no existe el tiempo. Existe simplemente la rosa, per­fecta en cada momento de su existencia... Pero el hombre posterga o recuerda; no vive en el presente, sino que con mirada retrospectiva lamenta el pasado o bien, olvidando la riqueza que le rodea, se pone de puntillas para vislumbrar el futuro. No podrá ser feliz y fuerte has­ta que viva también con la naturaleza en el presente, por encima del tiempo”.

Ken Wilber

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