El laberinto de los sueños

El laberinto de los sueños

Nuestra psiquis y el mundo onírico están a mitad de camino entre la conciencia corporal o estado de vigilia y nuestra naturaleza primigenia que solemos denominar como espíritu. Nuestra conciencia original reside en el mundo sin formas, está exenta de materia, formas, imágenes, etc. Cuando buscamos nuestro “yo”, este no se encuentra en ningún órgano, ni siquiera en el cerebro, no hay objeto ni materia en nuestro organismo ni cerebro que identifique a nuestro “yo”, ya que la naturaleza de “yo” es completamente abstracta, como lo es nuestra mente. Aunque es evidente a interacción entre cuerpo la mente sus emociones y demás actividades psíquicas, lo cierto es que no existe materia u órgano que identifique el “yo”.


Los sueños se encuentran a mitad de camino entre el mundo físico y el mundo sin formas o abstracto. Examinar detenidamente el mundo onírico nos permite identificar nuestra naturaleza psíquica, comprendiendo mejor cual es la naturaleza de nuestro “yo” y más allá, comprender los orígenes de nuestra conciencia, para ello tenemos que poner luz en nuestro mundo onírico, activar nuestra conciencia en nuestros sueños, con ello podemos llegar a tener sueños lucidos, es decir darnos cuenta de que estamos dentro de un sueño, saber que estamos soñando. Para poder tener sueños lucidos, hay que ejercitarse, primero desarrollando la memoria onírica, lo que requiere intención y motivación, más una mente relajada y tranquila que pueda estar atenta a lo que sucede mientras dormimos.

Sobre el tema del sueño recomendamos la lectura de la obra de C.G. Jung, Stephen LaBerge, B. Alan Wallace, Tenzin Wangyal Rinpoche, Nankhai Norbu Rimpoche y el libro de filosofía de sueño de Sri Swami Sivananda, etc. existe abundante documentación sobre las técnicas del sueño lucido, así como del yoga del sueño.

En la medida que recuperamos nuestra memoria onírica y nos adentramos en los sueños lucidos podremos experimentar como co-creamos nuestra realidad, ya que en los sueños lucidos podemos realizar actos voluntariamente, modificando a nuestro antojo las escenas o formas que aparecen en nuestro sueño, por ejemplo transformar un terrible tigre en un manso gatito, podemos viajar, volar, practicar submarinismo sin temor a ahogarnos, etc. El mundo de los sueños es un mundo mágico, donde podemos dar plasticidad y maleabilidad a nuestra psiquis, permitiéndonos ello trabajar en nuestras dificultades o problemas que encontramos en nuestro estado de vigilia, por ejemplo, si sentimos temor a nuestro jefe del trabajo, en los sueños lucidos podemos entrenarnos para modificar nuestras actitudes frente a nuestro jefe, cambiando tanto nuestra actitud como la imagen que hemos creado sobre nuestro jefe; así podemos trabajar psicológicamente con todos nuestros temores, preocupaciones y demás agobios o problemas que arrastramos en nuestras vidas.


Continuando el entrenamiento en el mundo de los sueños, nos percataremos de que el mundo que hemos creado en nuestra psiquis, es algo propio, donde se entrecruzan la realidad propia y la realidad colectiva que hemos forjado con el transcurso del tiempo. Sin embargo, nuestra conciencia original no tiene formas concretas, por tanto, nada tiene para apropiarse como algo suyo, en nuestra conciencia original no existe el “mi” o el “mío” puesto que no hay materia, ni formas, de las que apropiarse. Entendiendo esta cuestión de la conciencia original, entenderemos como la conciencia participa de lo colectivo, pues no habiendo propiedad, nada hay que este parcelado, dividido, separado de los unos y los otros. Aquello que consideramos como propio o nuestro es con lo que el “yo” se identifica asumiendo una individualidad separada y ajena a nuestra conciencia original, esta identificación con lo nuestro, con lo mío, y ahí incluimos mis creencias, mi religión, mi cultura, mis opiniones, mis teorías, mis deseos, etc. es la ilusoria realidad con la que hemos conformado nuestra visión del mundo. El modo eficaz de comprobar que nuestra visión del mundo es una ilusión creada por nosotros mismos, es mediante la experiencia psíquica del mundo de los sueños.

Cuando comprobamos mediante los sueños lucidos que nuestra psiquis es totalmente maleable y que podemos crear nuestros propios sueños, nos percatamos que también la realidad del mundo físico es una creación propia de nuestro “yo”, esto significa que es una visión parcelada del “yo”, de aquello que consideramos como propio y como algo mío incluyendo nuestros propios sufrimientos. Podremos ver en nuestro mundo onírico la interrelación entre lo físico y lo onírico, descubriendo a la vez la realidad ilusoria que ha gestado nuestro “yo”.



Despertar del sueño ilusorio

Al alcanzar una buena experiencia en el mundo de los sueños y en los sueños lucidos, podemos seguir con la practica tomando conciencia de cómo se forman nuestros sueños, ¿de que material están hechos? Básicamente nuestros sueños son un cumulo de recuerdos que hemos acumulado durante nuestra existencia, incluyendo los recuerdos que nuestra conciencia ha ido almacenado en su larga evolución humana. Por lo que tenemos una acumulación de recuerdos propios y colectivos, todos estos recuerdos han contribuido a formar nuestro “yo”, por tanto, nuestro “yo” es un cumulo de recuerdos. Siendo nuestros recuerdos inciertos y una amalgama de hechos desdibujados que se componen y recomponen en cada momento, cuestión que la neurociencia está descubriendo actualmente. Nuestro cerebro puede ejercitarse tanto en la memoria física como en la memoria onírica, aunque la memoria tampoco tiene un almacén físico como pudiera ser la memoria de un ordenador o computador. Siendo nuestra memoria una continua recomposición de hechos efímeros que se disuelven con el tiempo.


Nuestros mismos sueños son una continua recomposición de hechos que se componen y descomponen con una fluidez asombrosa, debido que en nuestros sueños la medida del tiempo es ajena a lo cronométrico, nuestros sueños gozan de un estado intemporal, donde la medida del tiempo se ajusta a nuestras emociones. Nuestras emociones son las que regulan la intensidad y vivencia en los sueños, así como la sensación del tiempo que transcurre en el sueño, sucediendo en parte lo mismo en nuestro estado de vigilia que, aunque lo tengamos cronometrado, la sensación del paso del tiempo corresponde a nuestro estado emocional.

Nuestros sueños y el “yo” son un cumulo de recuerdos, de vivencias pasadas, así nuestro “yo” pertenece a lo temporal y los sueños que proyecta nuestro “yo” también residen en nuestro pasado, por tanto, los sueños nos sirven como un hilo de Ariadna para salir de nuestro laberinto psíquico, conociendo el origen y presente de nuestra conciencia. Los ejercicios retrospectivos tanto de nuestra existencia como de nuestros sueños son de gran utilidad para esclarecer nuestra mente y comprender que el pasado es un sostén residual que condiciona nuestro presente.

Practicando la meditación contemplativa, trabajando con el silencio interior, permitimos una mente lúcida y tranquila, que nos permitirá comprender la naturaleza de la conciencia. Nuestra conciencia siempre está vigente en nuestro presente y es un hecho de que la conciencia es lo único que no se disuelve y que siempre permanece ya sea en el estado de vigilia, en los sueños placenteros y lucidos, en nuestras pesadillas e incluso en el estado de sueño profundo o sueño sin sueños. En el estado de sueños sin sueños o sueño profundo es donde realmente tenemos nuestro espacio de descanso y relax; en tal estado del sueño profundo no hay actividad física más que la respiración, cesando también la actividad psíquica, con sus preocupaciones, emociones y demás, en el sueño profundo solo existe la conciencia auto-sostenida. El único modo de experimentar lucidamente el estado del sueño profundo, es comprendiendo la naturaleza propia de la conciencia en su estado puro e incontaminado.

Cuando nos familiarizamos con la naturaleza primordial de la conciencia, en su estado puro e incontaminado, estamos experimentando la conciencia en su estado auto-sostenido. En tal estado de conciencia auto-sostenida vivenciamos el silencio y la plena atención, sentimos la presencia inmutable de la conciencia en un presente atemporal. La conciencia es atemporal, por ello, su espacio natural es el presente, el “aquí y ahora”. Cuando alcanzamos cierto entrenamiento en la práctica de la atención plena integrada en el presente, nuestra conciencia puede percibir como se disuelve la actividad del estado de vigilia y de la mente ordinaria que utilizamos en nuestro diario vivir, surgiendo sobre nuestra mente una diversidad de colores y luces producto de la disolución o descomposición de la actividad psíquica ordinaria. Dicha experiencia la mencionan los tratados del tantra y del yoga del sueño, asemejándola a una pequeña muerte. Es la experiencia del bardo (transito) del sueño, es semejante al tránsito o bardo de la muerte como cita el libro tibetano de los muertos o “Bardo Todol”.


Mantener la conciencia lucida durante todo el tránsito del estado onírico es lo difícil, pero basta tener ciertas experiencias al respecto para incentivarnos en el yoga del sueño, que se trata en realidad de un yoga del despertar. Un yoga que nos permitirá despertar de la realidad paralela que ha creado nuestro “yo”, permitiéndonos entrar en la realidad de nuestra conciencia clara y prístina, que nos dará la luz sobre nuestra profunda realidad, la realidad plena de nuestro Ser.

Al descubrir la realidad paralela de nuestro “yo”, entenderemos porque los grandes sabios, místicos, yoguis, etc. insisten en que debemos despertar nuestra conciencia, ellos nos hablan de que vivimos en un mundo ilusorio, en el mundo de Maya la diosa de la ilusión, siendo el despertar de nuestra conciencia el cese de nuestro sueño o visión paralela del mundo.

Los grandes sueños

Nuestra conciencia ha registrado todos los estados de conciencia por los que nuestra humanidad a pasado, siendo nuestra propia conciencia la que nos impulsa hacia un conocimiento completo de nuestra realidad, para ello, no solo utiliza el estado de vigilia o mundo externo, sino que también utiliza nuestro mundo interior u onírico, entonces pueden surgir sueños reveladores, sueños que nos impactan y que forman lo que C.G. Jung llamaba los “tesoros de a psiquis” formados por los “grandes sueños”.

Estos grandes sueños utilizan tanto nuestros arquetipos personales como los colectivos, son sueños que no se nos olvidan y que poseen un profundo significado para nuestras vidas. Son sueños-guías, que nos ofrecen una guía para nuestra vida, con el propósito de orientar nuestra conciencia hacia su propio conocimiento. Estos sueños son intemporales, nos pueden servir en cualquier etapa de nuestra vida, ya que sus mensajes trascienden lo cotidiano en aras de un encuentro con lo esencial de nuestro Ser.

Atentamente:

Rafael Pavía.                  15/12/2019.

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