LIBERTAD DE ESPIRITU

LIBERTAD DE ESPIRITU

Cuando buscamos un conocimiento superior que nos ayude a comprender la realidad de la vida, buscando respuestas para nuestra conciencia que nos interroga por el sentido de la vida, que nos pregunta ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿hacia dónde voy? y otras miles de preguntas que surgen ante el propio misterio de la vida y su determinante final. Solemos acogernos a nuestras fuentes tradicionales de nuestra cultura ya sea el cristianismo, el islam, el judaísmo, el budismo, etc. para encontrar respuestas a nuestros interrogantes.


Aunque hoy en día, se tiene gran diversidad de opciones espirituales, pues la cultura se ha globalizado o internacionalizado, por lo que podemos acudir a diferentes tradiciones, con sus diferentes ramas y sectas.

En la medida que uno se implica en su búsqueda de lo espiritual, ya sea, en la tradición, orden, secta, institución que sea, va adquiriendo experiencia y diferentes niveles de la doctrina, tal implicación implica mayor compromiso con la comunidad religiosa, mayor responsabilidad y poder sobre la comunidad religiosa. La pregunta ahora es ¿tal compromiso, fidelidad, responsabilidad, poder, etc. nos otorga libertad de espíritu? Podemos justificarnos diciendo que es la doctrina, la fe, la misma religión la que nos concede la libertad de espíritu, entonces preguntamos ¿en qué medida somos conscientes de nuestro condicionamiento cultural, social religioso o doctrinario? Lo habitual, es que quien, está sumergido e implicado en su doctrina no se dé cuenta de su identificación y condicionamientos que ha asumido con más o menos convencimiento.


La libertad de espíritu solo la adquiere aquel que se atreve a resolver sus dilemas íntimos y de su conciencia por sí mismo, este o no, en una comunidad religiosa. No basta para muestro libre espíritu acatar la fe, la doctrina, la moral y demás condicionamientos; para resolver los conflictos y las preguntas que nos impulsaron hacia la búsqueda de la verdad. ¿buscar a dios, es buscar la verdad? Esta pregunta nos debe de abrir las puertas hacia nuestra auto-conciencia y responsabilidad propia.

Cuando dejamos que el orden jerárquico de cualquier institución religiosa, que nuestros superiores decidan lo que es correcto e incorrecto por nosotros, entonces ¿dónde queda nuestra responsabilidad? Es simple de comprender, si el sacerdote, instructor, guía espiritual, etc. toma las decisiones por nosotros, sencillamente nuestra propia responsabilidad queda anulada; al invalidar nuestra responsabilidad anulamos nuestro progreso interior. Es habitual, que en las religiones se imponga el voto de obediencia o la fidelidad completa hacia los superiores de la orden, y cuál es el propósito de tal obediencia o fidelidad ¿es cuestión de manejo institucional, de mantener un poder exclusivo, o por cuestiones doctrinarias? Se debería reflexionar al respecto.

La libertad de espíritu, es tremendamente exigente con uno mismo, requiere asumir la soledad, lo que nos lleva a indagar e investigar por nosotros mismos la realidad de nuestro propio espíritu, porque al fin y al cabo solo uno mismo podrá hallar la respuesta, su respuesta, la que en verdad le aclare sus dilemas. Se entiende y es comprensible, que cuando hay carencia o falta de experiencia sobre la indagación de nosotros sí mismos, necesitemos de una comunidad y de guías espirituales que nos den confianza, que nos arropen para sentirnos confiados y seguros de lo que estamos haciendo. Requerimos ante nuestros titubeos e incertidumbres alguien que nos aconseje, que nos permita ver las cosas con claridad, etc. Lo cual puede ser válido, mientras nos sentimos débiles, ignorantes, asustados, incapaces, etc. y que resulta normal mientras no tengamos una buena formación al respecto.

Cuando buscamos una enseñanza que nos ayude a comprender el sentido de la vida y toda su profundidad, es adecuado que nos acojamos a un determinado formato religioso, que nos aporte sus enseñanzas, también podemos optar por investigar en diferentes doctrinas y enseñanzas, ya que lo que se pretende es aprender, conocer más a fondo lo que las tradiciones y sus enseñanzas transmiten. Sin embargo, si nuestro espíritu es demasiado débil, existe el riesgo de quedaremos atrapados en las formas o estructuras religiosas con todas sus normas, moral, leyes, etc. bajo el supuesto de poder ser salvados, liberados, emancipados. Pero obviamente un espíritu esclavo de un formato externo, no puede ser realmente libre. Muchos son los que piensan que al pertenecer a tal o cual iglesia su salvación está asegurada, pero lo único que hacen es crear una dependencia exclusiva a su religión, tal actitud es idéntica para los que siguen ciegamente a un gurú.


La libertad de espíritu es siempre critica consigo mismo y con las doctrinas, las enseñanzas, los gurús, las iglesias. El espíritu crítico es el que nos debe hacer reflexionar, ahondar, en nuestra propia formación, ¿cuánto hemos aprendido, cuanto hemos comprendido, cuanto hemos experimentado, que nos falta por aprender, comprender, experimentar, etc.? si apuntamos a encontrar la verdad o a dios, finalmente solo será cuestión nuestra, una cuestión propia, intima, que siempre se vivirá en la soledad de uno mismo, eso significa asumir nuestra plena responsabilidad sin excusas.

Es imprescindible adquirir formación o cultura espiritual si nuestro anhelo y conciencia lo necesita. La cultura espiritual es inmensa hoy en día, podemos formarnos en cualquier enseñanza, doctrina, tradición, etc. y profundizar en todos sus niveles; la libertad espiritual se germina siendo autodidacta.

Las viejas formas tradicionales de las religiones están decayendo y sepultándose en su pasado, siguen las religiones atrapadas en sus viejos formatos manteniendo sus dogmas y viejas estructuras, sin atender a las necesidades espirituales de la actualidad.

Precisamente los grandes profetas o maestros de todas las religiones rompieron con sus viejas tradiciones, renovando o creando nuevos formatos religiosos, en ellos vemos un ejemplo de libertad de espíritu. En sí, las enseñanzas tradicionales tienen gran riqueza, lo que invalida sus enseñanzas son sus formatos, sus reglas, leyes, normativas, etc. que clausuran la libertad del espíritu.


Ser libre de espíritu requiere conocimiento y experiencia, requiere formarse, adquirir cultura espiritual, y, después debemos aprender a caminar por sí mismos, si realmente queremos avanzar, tendremos que asumir nuestra propia responsabilidad.

Los jerarcas eclesiásticos aluden a la responsabilidad para con la comunidad, entendiendo que la comunidad o iglesia es la que hay que salvar por el bien de la humanidad, ya que crean el convencimiento de que su doctrina es la que posee la auténtica verdad y está en comunión con dios. Bien visto, las comunidades religiosas son grupos cerrados, limitados, por lo que su visión de adoctrinamiento universal es una falacia, en realidad la responsabilidad sobre la comunidad es un condicionamiento más que obliga sus fieles a seguir dentro de su orden, de su secta, a riesgo de ser tratados como herejes, traidores, etc. En principio todas las religiones e iglesias, se muestran abiertas al público en general, por ello hablan de que son abiertas a todos y por ello universales, pero en la medida que uno se va adentrando en sus formas establecidas, la apertura se va cerrando; al ser bautizados o iniciados vamos pasando a ser considerados como parte de ellos, dejando a los que no pertenecen a su religión fuera de su consideración, por lo que lo público o universal se quedó fuera. Esta contradicción entre lo público, universal y lo privado de la secta, es una encerrona que separa a los fieles de los infieles, o del público a lo privado.


Antaño se justificaba este cerramiento comunitario de las sectas, por, las luchas entre las diferentes religiones y sus sectas, luchas que llegaban a las torturas, muertes, hogueras, etc. Cuestión que hoy en día por fortuna ya no existe, se entiende, por lo menos en la cultura occidental que existe libertad religiosa. También se justificaba el sectarismo por la cuestión de las enseñanzas y sus diferentes niveles, entendiendo que las enseñanzas más elevadas solo podían ser transmitidas a quienes estaban preparados para recibirlas. Pero hoy en día, también existe libertad de información afortunadamente, por lo que cualquiera que tenga inquietudes más o menos elevadas puede acceder a dichas enseñanzas con plena libertad, por lo que el sectarismo elitista ya no tiene sentido hoy en día.

Después de todas estas consideraciones a reflexionar, nos preguntamos ¿qué es la libertad de espíritu? La libertad de espíritu no tiene límites, ni fronteras, ni reglas, ni condiciones; pertenece a la naturaleza propia de espíritu, por tanto, su libertad es incondicional, totalmente pura, sin temores, ni conflictos.

La libertad de espíritu puede dar vértigo, porque a nada se ata, a nada se apega, por tanto, a nada renuncia. La libertad de espíritu es omniabarcante, nada rechaza, nada excluye en sintonía con el “uno-todo”, carece de dualidad, nada divide ni separa, todo lo incluye.

La libertad de espíritu da vértigo, porque nuestra conciencia ordinaria, se aferra a sus usos y costumbres, a sus creencias, doctrinas, estructuras y a sus propios condicionamientos. Vivir en plena libertad asusta, porque estamos acostumbrados a las reglas, a las normas, a las jerarquías, etc. ponemos un cielo y un infierno para limitar nuestra conciencia y que esta se atenga a sus actos y consecuencias, gestionando nuestros temores entre lo celeste y lo infernal.

La libertad de espíritu no hace lo que le da la gana, no es un espíritu libertino, sino tremendamente responsable, ¿debido a que? Debido a que el espíritu incondicional siendo de naturaleza no-dual en sintonía con el “uno-todo” carece de ego-centrismo, es decir que su “yo” no tiene un “tu”, todos son “yo”. Esto significa que ha adquirido la conciencia de plena unidad (uno sin dos) y tal unidad solo es viable mediante la compasión ecuánime hacia todos los seres sintientes, tal compasión es innata en la naturaleza del espíritu.


Se puede objetar que el espíritu no puede ser libre sin conocimiento y que por tanto si es dependiente del conocimiento, de la enseñanza y sus doctrinas. Sin embargo, son diferentes las enseñanzas tanto en occidente como en oriente que nos hablan de liberarnos en última instancia de las propias enseñanzas, he aquí dos ejemplos:

“Si usas tu mente para estudiar la realidad, no entenderás ni tu mente ni la realidad. Si estudias la realidad sin la necesidad de utilizar tu mente, comprenderás ambos”.
Bodhidharma. Primer Patriarca Zen.


“Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada”.
San Juan de la Cruz.


El conocimiento es un apoyo necesario para formarse y llegar a un nivel superior del saber, pero, toda enseñanza nos viene del exterior, toda doctrina viene a nosotros por el mundo externo, con la intención de que hallemos a nuestro espíritu y alcanzado el espíritu en nuestro interior, el conocimiento terrenal se vuelve una carga, una limitación, ya que el espíritu con su conciencia innata es auto-luminoso, capaz de ver la verdad desconocida que se presenta a cada momento.

El Ser y el saber, se concilian porque el espíritu no tiene fronteras, ni cargas que arrastrar, por ello el espíritu libre siempre se abre a lo nuevo sin rechazar lo viejo, el espíritu libre de modo incondicional se abre a todo conocimiento y saber sin filtros, sin dogmas, sin descartes. Bien sabe el espíritu libre que el conocimiento es tan solo una herramienta, que una vez ha sido correctamente utilizada, queda como tal, como una herramienta sin más.

Atentamente:

Rafael Pavía.                                         10/11/2019.

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