Aprender a dejar fluir las cosas

Aprender a dejar fluir las cosas.

Me plantearon ¿cómo aprender a dejar fluir las cosas? y reflexionando al respecto esas cosas son nuestras circunstancias. Circunstancias agradables y desagradables, en principio nos agradaría dejar fluir las circunstancias desagradables, aquellas que nos causan dolor, angustia, inquietud, etc. sin embargo los eventos agradables, nos gustaría retenerlos y que se mantuvieran constantemente.


Dejar que la vida fluya por si misma sin que deje rastros negativos, depende de la fuerza de nuestros deseos. En contraposición a lo insatisfactorio de nuestras vidas, buscamos una vía de escape, donde encontrar un remanso de alegría y satisfacción. En múltiples ocasiones hemos explicado cómo andamos siempre corriendo en nuestra vida huyendo de lo desagradable y corriendo detrás de una satisfacción, siendo nuestro deseo quien imprime esta carrera loca en un círculo vicioso, que no nos permite obtener el equilibrio y serenidad que nuestras vidas necesitan.

El deseo produce apego, y aunque no lo percibamos de manera tan clara como nuestros deseos en busca de satisfacción, resulta que, también nos apegamos a nuestros sufrimientos y padecimientos. Podemos objetar que no deseamos sufrir o padecer, entonces podemos preguntarnos ¿por qué nos cuesta tanto desprendernos de lo desagradable? ¿por qué se vuelven a reproducir las circunstancias negativas? Etc. Realmente esta cuestión merece ser reflexionada. Porque en realidad, todos queremos ser felices, vivir en paz, ser libres y que cada cual también pueda disfrutar de su libertad, de su paz y felicidad ¿o no? Pero, entonces ¿por qué no se da una continuidad en tal libertad, paz y felicidad? Estas preguntas no llevan a examinar las causas y motivos de nuestra recurrente tragedia.


Hemos creado una vida llena de hábitos recurrentes, hábitos o costumbres personales y sociales, trazando un modelo de vida que asumimos como “es lo que hay”, es decir que hemos aceptado nuestras costumbres y hábitos como un modelo de vivir conveniente y propicio. Al aceptar el modelo de vida personal y social nos encarrilamos con sus causas y efectos y su devenir, que incluye todo lo bueno y malo de tal modelo de vida.

Ahora bien, ¿hay algún modo de poder cambiar los carriles de nuestra existencia? afortunadamente sí. Primero, debemos de ser conscientes de aquello de lo que tenemos dominio y de lo que no dominamos, nos referimos a que el mundo exterior con todas sus circunstancias no se encuentra en nuestro total dominio, la vida exterior, tiene dijéramos dos aspectos uno que nos es inviable controlar y otro aspecto donde podemos intervenir. Este segundo aspecto del mundo exterior en el cual podemos intervenir, depende de nuestro mundo interior.

Si nuestro mundo exterior con todo lo bueno y malo lo hemos asimilado como “es lo que hay” y nos ponemos a revisar nuestro mundo interior, resultando que en realidad no aceptamos todo lo que hay en el mundo exterior, entonces tendremos que revisar nuestra conducta, revisar y ver realmente que es lo que deseamos que cambie. Entonces suceden dos cosas, primero que los cambios sociales, sus hábitos y costumbres tienen una velocidad o un recorrido que no siempre se ajusta a nuestros deseos o voluntad, por ejemplo, en determinadas épocas no se permitía a la mujer ir a la universidad, o legalizar el divorcio, o una educación pública, los cambios sociales tienen su recorrido y sus tiempos; mientras que los cambios personales o íntimos, tienen su particular recorrido y tiempo, que solo dependen de uno mismo.


Cambiar nuestro mundo interior, en busca de nuestra paz, libertad y felicidad, solo dependen de uno mismo, teniendo presente que la vida social o externa sigue su ritmo. Dejar que fluyan las cosas, tendrá que ser manejado de forma inteligente, reconociendo nuestros tiempos personales y los tiempos sociales con sus eventos externos.

Dejar que fluyan las cosas, puede entenderse como dejar pasar lo bueno y lo malo de la vida, sin interrumpir tal fluido. Asumir tal actitud, de dejar que las cosas sucedan ya sean buenas o malas tiene sus pros y contras, dependiendo de si queremos que todo siga igual o que queramos que algo o las cosas cambien. En el caso, de dejar las cosas tal cual están, nuestra opción para que todo fluya sin que nos afecte, es centrarse en nuestra vida interior procurando nuestra paz, libertad y felicidad, pero en tal caso, tendremos que asumir tanto lo bueno como lo malo que rodea nuestros aconteceres; mientras que si deseamos que algo cambie en ese fluir rutinario de nuestra vida, sencillamente tendremos que asumir lo bueno y lo malo de esos cambios, lógicamente, uno siempre busca los cambios para bien y eso es bueno.

Los que están versados en la meditación contemplativa, por ejemplo, la practica zen o cualquier otra meditación contemplativa, desarrollan la capacidad de dejar que las cosas fluyan sin que su interior se inmute, enriqueciendo su vida íntima. Pero, también es verdad para los sabios contemplativos, dicen, que una simple actitud contemplativa es objeto de crítica por su inacción, es decir, en la actitud contemplativa se permite que todo fluya tal cual es, pero, tal actitud, aunque enriquezca nuestra vida íntima, deja en suspenso nuestro desarrollo personal. Siendo lo adecuado, ejercitarse en una contemplación no-dual que sea pasiva y activa, permitiendo que nuestros actos acertados o desacertados nos den la opción a seguir avanzando en nuestro saber vivir.


La contemplación pasiva nos ofrece calma, serenidad, equilibrio y luces para comprender nuestra naturaleza intima; tal contemplación pasiva se debe de extrapolar a nuestro diario vivir dando paso a una contemplación activa, llevando nuestras luces a nuestro mundo exterior. En la medida que nuestra actitud contemplativa no-dual pasiva y activa se afirma en nosotros, comprenderemos la íntima y plena conexión que existe entre nuestro mundo interior y exterior, entonces surgirá la adecuada armonía para tejer y destejer los hilos de nuestro destino.

Atentamente:

Rafael Pavía.                               29/11/ 2019.

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