El éxito y el fracaso

El éxito y el fracaso.

Nuestra vida corre desenfrenada detrás del éxito y huyendo del fracaso, así el camino de nuestras vidas es un circuito cerrado, donde la satisfacción e insatisfacción tiran de nosotros rodando y rodando sin salir de entre las penas y alegrías.

El éxito es una salida triunfante cuya alegría dura lo que tarda en llegar nuestro siguiente fracaso. Los fracasos los ocultamos con el arte del disimulo, aunque pesan sobre nuestra alma como las cadenas de un preso, y esperamos que la fortuna nos sonría con un nuevo éxito.



La vida transcurre con los sinsabores del triunfo y el fracaso, cuando el éxito nos sonríe la incertidumbre de su pasajera alegría nos carcome, mientras que cuando fracasamos la tristeza nos ahoga, esperando que el destino deje de maltratarnos.

Cuando aprendemos a caminar sobre nuestras vidas sin el apremio del éxito y sin el miedo al fracaso, nuestro paso es seguro, firme y sin titubeos.

Vivimos cegados por el éxito y el fracaso, y lo que es peor trasladamos esa ceguera a nuestros hijos y nietos.

El éxito nos estimula para avanzar, mientras el fracaso nos frena, pero ambos son engañosos, porque buscamos éxitos efímeros con sus alegrías fugaces, y ante el fracaso nos arrugamos y escondemos en la cueva quietismo.


Enfrentarse al fracaso nos dignifica, si aprendemos a superar el éxito. El éxito nos hace humanos si aprendemos a desinflar la mundana vanagloria.

Todos nuestros éxitos sucumben ante el humillante fracaso, todos nuestros amargos fracasos o nos entierran en vida o nos hacen fuertes y dignos.

El placer de la victoria lucha denodadamente contra el fracaso, el esfuerzo por el éxito lidia contra nuestras debilidades, se arma de paciencia, de tesón y gran esfuerzo; consumado el éxito viene el empeño por salvaguardarlo, por mantenerlo y sentir el sabor de la victoria. Mientras los fracasos se guardan ocultos en el desván de nuestra memoria y su amargo sabor lo engullimos en nuestros intestinos para ser defecados en soledad.


El camino de la vida concluye más allá de todo triunfo y de todo fracaso, sobre la sepultura del éxito y del fracaso sobreviene la paz eterna. La vida no pertenece a la luz del día ni a la oscuridad de la noche, si no a ambas a la vez. Nuestra vida no se sostiene solo con los triunfos, también nuestros fracasos nos muestran nuestra vida, pues el éxito no nos hace perfectos, ni nuestros fracasos nos hacen peores.

La satisfacción y la insatisfacción son penas y alegrías que van y vienen, y quien huye de la insatisfacción y corre detrás de la satisfacción nuca alcanza su bienaventuranza, solo vive agobiado en su desesperación por alcanzar el placentero y fugaz éxito, o huyendo de su vergonzoso fracaso e insatisfacción.

La ceguera del éxito y del fracaso nos hacen infelices dejando en nuestra existencia despojos de una ensoñación malograda, pues la ceguera nos invalida en el arte del saber vivir.


¡Libera a tú mente del éxito y el fracaso!

Quien gana tendrá miedo de perder y fracasar, quien pierde llora su fracaso; ambos ganadores y perdedores recorren sus vidas alejados de su paz interior.

¡Libera a tú mente del éxito y el fracaso!

La vida es más importante que nuestros sueños triunfantes y nuestros frustrados fracasos. La vida sonríe a quien camina sin titubeos ni miedos al fracaso o al éxito, la misma vida es tan pasajera como los momentos de penas y alegrías. Cuando liberes tu mente del éxito y de fracaso veras que la vida por sí misma es plena, sin requerir de satisfacciones añadidas, y sin requerir de lo que se pierde.

La mente libre del fracaso y del éxito, nos muestra la vida sin fatuas vanaglorias y sin humillantes fracasos. Porque la vida es una escuela donde el examen final nos libera de lo que fuimos ya sea triunfadores o fracasados, para mostrarnos que solo fuimos, mientras que el presente se nos escapó entre idas y venidas.


¡Libera a tú mente del éxito y el fracaso!

Liberar la mente del éxito o del fracaso nos permitirá vivir sin los agobios de la buena o mala fortuna, sin perdedores o ganadores, sin fracasados ni engreídos triunfadores, sin penas ni glorias engañosas. La vida en sí misma es una fortuna que se goza en la paz y no en la guerra que libramos consigo mismos.

La ceguera del éxito o el fracaso se remedia con la sabia diligencia, aceptando nuestra propia condición humana, aceptando nuestros límites y posibilidades, donde el superarse a sí mismos nada tiene que ver con nuestro éxito o fracaso, si no en como trascendemos nuestros miedos al éxito y a fracaso.

¡Libera a tú mente del éxito y el fracaso!

Los reconocimientos y las desconsideraciones fluctúan entre fracasados y triunfadores, las envidias y lisonjas luchan entre si, entre vencedor y vencido, los méritos y descréditos apuestan uno contra otro; y así transcurre nuestra vida en una guerra continua del fracaso contra el éxito y viceversa. Con todo ello, con tal ceguera dejamos la lección de la vida en un embate sin sentido, alejados del saber vivir, del saber comprender más allá de todo triunfo y de todo fracaso cual es el sentido de nuestras vidas.


Esperando que reflexionemos sobre el sentido de la vida y que no sucumbamos ni al fracaso ni al triunfo, ya que la vida es más sabia que nuestro comportamiento, ya que la misma vida es nuestra escuela y enseñanza, esperamos que el arte del saber vivir nos libere del fatuo éxito y del mísero fracaso.

Atentamente:

Rafael Pavía.                                            22/10/2019.

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