Conciencia, amor y sexo

Conciencia, amor y sexo.

Génesis:

25 Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.

Continua más adelante:

3 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?

2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;

3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.

4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;

5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.

Sigue más adelante: 

21 Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.

22 Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre
.



Nuca se explicó este extraordinario texto del génesis, más allá, de un dogma de fe y una moralidad ciega que aún perdura, limitando y restringiendo nuestra razón de Ser y nuestras vidas.

Dicen los textos sagrados de los hebreos que el árbol del bien y del mal (también llamado árbol del conocimiento) compartía las raíces con el árbol de la vida. Nuestra misma vida surge de la sexualidad, siendo la fuente de nuestra vida, transcurriendo toda nuestra existencia entre el árbol del conocimiento y el árbol de la vida. Comprender este misterioso texto, significa comprender lo que es la conciencia, el amor y el sexo.

Cabala: los dos arboles del paraíso.

Tomando como metáfora el símbolo del árbol, tenemos en las raíces el impulso de la vida, la sexualidad, nuestro Eros (Cupido entre los romanos) o kamadeva entre los hindúes. La savia del árbol es nuestra conciencia, savia es producto de lo que recogen las raíces, es decir nuestra sexualidad. La savia impulsa el tallo, el tronco, las ramas de nuestra vida; en la savia están todas las impresiones y sensaciones que han rodeado y rodean nuestra existencia, la savia es nuestra propia sangre. Finalmente llegan las flores y el fruto del árbol, que es el amor.

El amor, es el fruto de nuestras vidas. Al ser expulsados del Edén o paraíso, para evitar que comiéramos del árbol de la vida: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre”.Significa, este texto, que dejamos en su tiempo, de apreciar y valorar el fruto del árbol bien y del mal, es decir dejamos de apreciar el conocimiento que nos puede elevar hacia el amor, como fruto del propio conocimiento de la vida.

Raíces del árbol de la vida en el origen del Ser.

Las raíces, la savia y el fruto son un mismo cuerpo. En la semilla del fruto, esta contenido todo el impulso de Eros, que dará nuevas vidas a nuestra propia vida, es decir, que el fruto, el amor enriquecerá nuestra existencia, para sacarla del tedio o del aburrimiento. Y siendo, el fruto alimentado por la savia-conciencia y esta a su vez de la raíz-sexualidad, quien no conozca la raíz-sexo perderá la opción de una vida en todo su esplendor. Las raíces recogen el alimento de la tierra bien cuidada, bien abonada, es decir que nuestras impresiones y sensaciones que recoge nuestro cuerpo producirán una savia rica o pobre, que afectara positivamente o negativamente al árbol y sus frutos.


Hacer el amor, no estriba tan solo en un acto sexual sin reconocer el “antes, el durante y el después”. Hacer el amor, es un acto de pleno conocimiento de sí mismo, es un acto de plena conciencia, donde nuestros sentidos y sensaciones solo pueden estar acotadas por la sabiduría y el conocimiento, para dar como fruto el amor. La savia-conciencia, por donde concurren nuestras impresiones y sensaciones, puede modificarse, transformarse, según nos alimentemos o realicemos el acto sexual.


Antiguamente los agricultores recogían de sus mejores frutos las semillas, que sabían darían las mejores cosechas. Por tanto, la semilla es nuestro mayor tesoro y de lo que hagamos con la semilla, síntesis de todo nuestro antes, durante y después, conseguiremos una buena cosecha, una buena y rica vida.

El sexo, la conciencia y el amor van de la mano, siendo el fruto y su semilla la síntesis del árbol de nuestra vida. Las maneras, las formas, la moralidad, etc., que condicionan nuestra existencia, son trabas y obstáculos para nuestro crecimiento, para que el árbol de la vida de sus frutos. Cuando en nuestra sexualidad caemos en un círculo vicioso, donde el hastió, las fantasías, la enconada búsqueda de placeres efímeros, nos cierra las posibilidades de obtener bellos frutos, repercute ello directamente en nuestras vidas, surgiendo la insatisfacción, la desidia y desesperanza.

La vida, el amor, el sexo, la conciencia, son hijas de la sabiduría, he ahí el símbolo misterioso de la serpiente. La serpiente, ha sido considerada dentro de la doctrina cristiana, como un animal maligno, relacionándolo con “Lucifer”, pero, no resulta así en las diferentes culturas de la faz de la tierra. Para el resto de las culturas no cristianas, la serpiente representa la sabiduría, en ello vemos ejemplos en Egipto, con la serpiente “Uraeus”, en la India con la serpiente Kundalini, que se alzó sobre la cabeza de Buda, al igual que los antiguos egipcios que lucían su serpiente sobre sus frentes; en China, la serpiente-dragón resulta su símbolo icónico. También la serpiente es un símbolo divino entre los aztecas y mayas con sus respectivas serpientes Quetzalcóatl y Kul-kul-kán, en definitiva, salvo en el cristianismo, en todas las demás culturas la serpiente es divinizada y ensalzada como símbolo de la sabiduría.


Lamentablemente en la doctrina cristiana se maldijo a la serpiente, mientras los paganos celtas y sus druidas se hacían llamar “hijos de la serpiente”. La doctrina moral del cristianismo mal interpretado el símbolo de la serpiente. La serpiente nos dio libertad para ser como los dioses: “sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”.Así que la serpiente, nos dio la libertad para comer del árbol del bien o del mal o del conocimiento.

El asunto es que no hemos reparado en el “conocimiento”, es decir, que no hemos hecho un uso sabio e inteligente de la raíz-sexo, la savia-conciencia y el fruto-amor.

Es el momento, en nuestra actualidad, de inquirir sin vergüenzas o falsas moralidades, la realidad plena de la sexualidad. No solo en su contexto fisiológico, sino en toda su dimensión, en toda su plenitud. Como bien dijo S. Freud: Todas las religiones tienen origen sexual. Pero no solo las religiones tienen origen sexual, todo en nuestras vidas gira en torno a Eros, a la sexualidad, cuestión que también comprendió S. Freud, padre del psicoanálisis.

En la cultura oriental, en el yoga, en el budismo, en el taoísmo, existen enseñanzas sobre los misterios de la sexualidad, sin las cortapisas de la moralidad cristiana. También en occidente se mantuvieron en secreto estas enseñanzas, tal como lo vemos entre los alquimistas. Estas enseñanzas, se conocen como Kundalini-yoga, agni-yoga, tantra, vajrayana, alquimia taoísta, etc.


El fruto del amor es un misterio insondable, el amor, no puede condicionarse ni limitarse, ni definirse, puesto que, si se definiera el amor este quedaría confinado y básicamente mataríamos el amor, que es la fuente de la vida, pues ahí encontramos las semillas de nuestro crecimiento. No se puede decir cómo hay que amar, ni poner reglas o normas en el amor; de hecho, como dijo un gran sabio: “solo las grandes almas saben y pueden amar”. El amor es fruto de una experiencia plena, donde continuamente podremos adquirir la sabiduría del “saber vivir”.

El saber vivir, o el árbol de la vida posee tal riqueza e infinitud que por ello se dice:“Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre”. El vivir para siempre, significa que el amor-sabiduría tiene tal calado, tal profundidad, es tan insondable, que todo acto de verdadero amor queda sellado para la eternidad.

Si solo reducimos el “hacer el amor” a un acto fisiológico, es como quedarnos en las raíces, sin tener conciencia de nuestra savia, que alimentara a nuestro árbol de la vida y sus frutos. Hacer el amor, es abrirse a nuestra plena realidad, comprendiendo como y de qué modo, nuestra vida puede dar sus mejores frutos.

Dakinis, diosas del amor, bajo la sombra del árbol Bodi, donde Buda se ilumino.

Si nuestra vida está sumergida en la podredumbre, con deseos frustrados, insatisfacciones y acuciantes problemas, solo tenemos una opción, “abrir nuestra mente”, dejando atrás nuestro circulo vicioso donde nos consolamos y nos conformamos. En este aspecto el amor y la sabiduría serpentina es inconformista y rebelde, sobre ello, hablaremos más adelante, ya que lo insondable requiere su espacio.

Atentamente:

Rafael Pavía.                                                  26/09/2019.








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