La eliminación de “yo”.
La eliminación de “yo”.
Son diversas las escuelas y doctrinas que nos hablan de la eliminación de “yo”, como una vía hacia la iluminación y realización Intima. Doctrinas como el yoga-kundalini, el advaita (no dualidad), el budismo vajrayana, el dzogchen (gran perfección el cristianismo esotérico, la escuela del cuarto camino, la gnosis contemporánea, etc.
Se entiende que el “yo”, es nuestra identidad, este “yo”, se ve o conceptualiza de diferentes modos en cada escuela o doctrina, refiriéndose a este como “yo inferior”, “yo superior”, “yo múltiple” “yo pluralizado”, etc. cada doctrina o escuela elabora su teoría sobre lo que es el “yo”. También la psicología occidental ha desarrollado diferentes escuelas y teorías en referencia al “yo”, desde el psicoanálisis freudiano, a la escuela junguiana, los humanistas, la conductiva la Gestalt, la logoterapia, la transpersonal, la integral, etc.
Ante tanta teoría y especulación sobre nuestro ego, nos encontramos con un mar de complicaciones especulativas, difícil de conjugar; quien ha realizado una grandiosa labor por unificar y procurar comprender toda esta complejidad teórica ha sido Ken Wilber y su teoría de la psicología integral unificando la psicología occidental y oriental, este intento de unificar la psicología occidental y oriental ya tuvo numerosos predecesores.
Más allá de lo teórico, tenemos tanto en occidente como en oriente escuelas de meditación, que, culminando en la meditación contemplativa, incentivan una visión directa sobre el “yo”, evitando las especulaciones.
La realidad del yo es que su naturaleza es abstracta, tan abstracta como lo es la mente, por lo que conocer el “yo” implica conocer la mente, y cuanto mejor conozcamos nuestra mente mejor conoceremos a nuestro “yo”.
¿por qué se plantea esta eliminación del “yo”? en nuestro “yo” encontramos nuestras emociones, deseos, traumas, complejos, conceptos, nociones, concepciones, ideologías, creencias, condicionamientos culturales, morales, sociales, etc. y todo ello nos da una visión del mundo y la vida, que obviamente queda limitada por tales valores psicológicos, por ello, se plantea el eliminar nuestro ego, para erradicar nuestros condicionamientos y limitaciones que enturbian nuestra visión de sí mismos, del mundo y de la vida, para alcanzar la iluminación, es decir una visión clara y diáfana de la realidad.
Cada doctrina o escuela que trabaja en dicha eliminación del “yo” tiene su metodología, su eficacia y resultado. La mayoría de estas doctrinas nos enseñan que el principal problema del “yo” es su dualidad, así dice el filósofo y antropólogo Samael Aun Weor al respecto, en su libro la “Revolución de la dialéctica”:
<El fundamento del Yo es el dualismo de la mente. El Yo se sostiene por el batallar de los opuestos.
Todo razonamiento se fundamenta en el batallar de los opuestos. Si decimos: Fulano de tal es alto; queremos decir que no es bajo. Si decimos: Estoy entrando; queremos decir que no estamos saliendo. Si decimos: Estoy alegre; afirmamos con ello que no estamos tristes, etc.
Los problemas de la vida no son sino formas mentales con dos polos: uno positivo y otro negativo. Los problemas se sostienen por la mente y son creados por la mente. Cuando dejamos de pensar en un problema, éste termina, inevitablemente.
Alegría y tristeza, placer y dolor, bien y mal, triunfo y derrota, constituyen el batallar de los opuestos en el cual se fundamenta el Yo.
Vivimos miserablemente toda la vida de un opuesto a otro: triunfo‑derrota, gusto‑disgusto, placer‑dolor, fracaso‑éxito, esto aquello, etc.
Necesitamos liberarnos de la tiranía de los opuestos. Esto sólo es posible aprendiendo a vivir de instante en instante, sin abstracciones de ninguna especie, sin sueños, sin fantasías.>
Así, la dualidad es propia de nuestra mente cotidiana y fundamento de nuestro “yo”, ¿qué sucede entonces si eliminamos nuestro “yo”? pues, sucede que termina el dualismo, en pos de una “unidad-no dual”. Otro ejemplo que se da sobre la unidad no-dual, fue lo que dijo el Cristo: “el padre y yo somos uno solo”, Juan 10:30-32.
Por tanto, según diferentes tradiciones ancestrales, más reconocidos guías o maestros espirituales nos enseñan que para obtener la iluminación y la realización tenemos que eliminar el “yo dual”, en pos de una “unidad no-dual”.
Así dice el evangelio apócrifo de Tomas:
Jesús les dijo: «Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una, y de configurar lo interior con lo exterior, y lo exterior con lo interior, y lo de arriba con lo de abajo, y de reducir a la unidad lo masculino y lo femenino, de manera que el macho deje de ser macho y la hembra hembra; cuando hagáis ojos de un solo ojo (...) entonces podréis entrar [en el Reino]»
Lo que denominamos sueño de la conciencia es resultado de una división o separación entre el “yo” y el resto, el “yo” vive en la herejía de la separatividad, nuestro “yo” se siente separado y diferente de todo aquello que le rodea objetos, personas, naturaleza, cielo, infierno, dios, dioses, etc. siendo precisamente el objetivo del primer paso en la meditación o el mindfulness es la atención plena o concentración, cuyo objetivo es diluir la dualidad “sujeto-objeto”, se pretende pues, diluir la separación entre el meditador y el objeto de meditación
Al diluir o eliminar el sujeto, es decir el “yo” que medita, la conciencia se unifica con el objeto, dejando atrás el problema dual entre sujeto y objeto. Al diluir o eliminar toda frontera, separación, división, partición, segmentación, etc. conseguimos que la conciencia se libere de sus preconceptos, prejuicios, condicionamientos, etc. por lo que la conciencia en su naturaleza primaria sin los artificios o conjeturas del “yo” se unifica y armoniza con todo.
El Dr. Suzuki y monje zen, nos dice en el libro compartido con Erich Fromm: “Budismo zen y psicoanálisis”, lo siguiente:
<Hay, sin embargo, otra manera, que precede a las ciencias o viene después de ellas, de acercarnos a la realidad. La llamo el método Zen.
El método Zen consiste en penetrar directamente en el objeto mismo y verlo, como si dijéramos, desde dentro. Conocer la flor es convertirse en la flor, ser la flor, florecer coma la flor, y gozar de la luz del sol y de la lluvia. Cuando se hace esto, la flor me habla y conozco todos sus secretos, todas sus alegrías, todos sus sufrimientos; es decir, toda su vida vibrando dentro de sí misma. No solo eso: al lado de mi “conocimiento” de la flor, conozco todos los secretos del universo, lo que incluye todos los secretos de mi propio Yo, que ha venido eludiendo hasta ahora mi persecución de toda la vida, porque me he dividido en una dualidad, el perseguido, el objeto y la sombra. ¡Por algo nunca he logrado captar mi Yo y cuan agotador ha sido este juego!
Ahora, sin embargo, al conocer la flor me conozco a mí mismo. Es decir, al perderme en la flor conozco mi Yo lo mismo que a la flor>.
La conciencia libre en su naturaleza primaria obtiene la gnosis o conocimiento del todo, por resonancia, por empatía, porque se unifica, con el todo, sin trabas, sin obstáculos, sin los estorbos que el “yo” a dispuesto frente a todo.
Trascender el dualismo del sujeto y el objeto, implica trascender la mente cotidiana y el “yo”, dejando la mente abierta y en un estado incondicional, así el observador y lo observado se unifican dejando atrás las separaciones o fronteras.
El observador debe ser conocido, reconocerse como un testigo siempre presente, que se hace más lúcido, en la medida que la atención aumenta. Tal atención sobre sí mismo y lo que nos rodea debe permanecer sin interrupción, evitando juzgar, condenar o justificar lo que observamos, evitando caer en la identificación con la satisfacción e insatisfacción. Cuanto más plena sea nuestra atención mejor podremos comprender la realidad de sí mismos y de todo lo que nos rodea.
Cuando el “yo” o la mente interactúan, siempre lo harán bajo la premisa de sus condicionamientos, de modo que cuando esto ocurre, sencillamente debemos dejar pasar la actividad del “yo” y la mente procurando no identificarnos con dicha actividad, reconociendo que solo son perspectivas que más o menos acertadas, estarán condicionadas y por tanto solo serán visiones parceladas de una totalidad, dejando de ser realidades en el momento siguiente.
La presencia de nuestro testigo-observador, siempre vive en el presente, resultando que la verdad “es lo desconocido de momento en momento”. Por ello es necesaria la apertura incondicional de nuestra mente.
Nuestra mente forma parte de la mente universal, siendo esta como el “gran océano de la vida libre en su movimiento”, cuando nuestra mente individual realiza un movimiento, este movimiento no es más que una ola que de nuevo se sumergirá dentro del océano de la vida. El problema del “yo” es que siempre se identifica con el oleaje, sin percibir que su naturaleza es oceánica y que sin remedio alguno todas las olas o actividad de nuestra mente regresara al océano.
El sueño de la conciencia es como el surfista que pretende siempre estar en la cresta de la ola o dejarse llevar por ella, como si esta no tuviera fin. Pero la realidad es que todas las olas regresan sin escapatoria posible al océano. Este océano de la mente universal es ilimitado, no tiene fin, abarca toda la galaxia, más aún abarca todas las galaxias. Este océano de la vida libre en su movimiento lo unifica todo, lo trasciende todo, y conforma una totalidad, que abarca infinitas totalidades.
El “yo” se cierra en sí mismo, en su propia parcela, en su visión limitada y condicionada, así cada cual cree tener la verdad de la realidad, ya se sea creyente o ateo, cristiano, musulmán, budista, chaman, rosacruz, masón, de izquierdas o de derechas, tradicionalista o progresista. Sin embargo todas estas diferentes visiones, solo son partes de una totalidad, una totalidad que no está quieta o encajada en una determinada visión o perspectiva.
Si nos acogemos a las experiencias místicas de los grandes guías de la humanidad, veremos cómo sus propias experiencias están condicionadas por su propia cultura, por su propia tradición y religión; así las experiencias místicas de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Santa Catalina de Siena, etc. son tan validas como las experiencias de los místicos orientales, de un Milarepa, Padmashambhava, Nagarjuna, etc. Por tanto, cada vivencia mística solo es una parte de la totalidad.
Las experiencias místicas, no dejan de ser olas dentro del océano de la vida libre en su movimiento, y estas experiencias solo serán útiles si se considera que forman parte de una totalidad que abarca infinitas tonalidades porque la totalidad en si misma siempre es abierta, pues una totalidad cerrada se auto-limitaría extinguiéndose a sí misma.
Por ello la necesidad de eliminar el “yo”, donde hemos construido esa falsa verdad relativa, parcelada y cerrada en sí mismo, donde guardamos nuestras experiencias físicas, psíquicas, creencias, conceptos, dogmas, religiones, teorías, etc. En cuanto nos identificamos y fascinamos con nuestros valores psicológicos quedamos atrapados en una verdad relativa, circunstancial y temporal, que no son más que simples olas que viene y van, para terminar sumergidas en el gran océano de la vida.
Toda dualidad, día y noche, arriba y abajo, dentro y fuera, temporal y atemporal, sombra y luz, yo y tú, santo y demonio, bien y mal, etc. son polaridades complementarias que no pueden existir una sin la otra, es decir no se encuentran separadas ni aisladas unas de otras. Pongamos el ejemplo de la línea que vemos entre el mar y la tierra, mientras unos ven esa línea como la separación entre el mar y la tierra, otros ven la línea que une el mar y la tierra. Lo mismo sucede con el silencio y el sonido, no es que el sonido este separado del silencio o viceversa, sino que ambos conviven mutuamente.
Toda dualidad es relativa, lejos y cerca, caliente y frio, húmedo y seco, alto y bajo, bueno o malo, triste o alegre, etc. los parámetros que usamos para separar o unir toda dualidad es relativa, mientras que lo cierto es que son siempre opuestos complementarios de una totalidad.
Mientras nuestra conciencia siga fascinada con lo que separa y une, no podremos conciliarnos con la verdad del océano libre en su movimiento, ni comprender porque Cristo dijo: “el padre y yo somos uno solo”.
Atentamente:
Rafael Pavía. 11/08/ 2019.
Son diversas las escuelas y doctrinas que nos hablan de la eliminación de “yo”, como una vía hacia la iluminación y realización Intima. Doctrinas como el yoga-kundalini, el advaita (no dualidad), el budismo vajrayana, el dzogchen (gran perfección el cristianismo esotérico, la escuela del cuarto camino, la gnosis contemporánea, etc.
Se entiende que el “yo”, es nuestra identidad, este “yo”, se ve o conceptualiza de diferentes modos en cada escuela o doctrina, refiriéndose a este como “yo inferior”, “yo superior”, “yo múltiple” “yo pluralizado”, etc. cada doctrina o escuela elabora su teoría sobre lo que es el “yo”. También la psicología occidental ha desarrollado diferentes escuelas y teorías en referencia al “yo”, desde el psicoanálisis freudiano, a la escuela junguiana, los humanistas, la conductiva la Gestalt, la logoterapia, la transpersonal, la integral, etc.
Más allá de lo teórico, tenemos tanto en occidente como en oriente escuelas de meditación, que, culminando en la meditación contemplativa, incentivan una visión directa sobre el “yo”, evitando las especulaciones.
La realidad del yo es que su naturaleza es abstracta, tan abstracta como lo es la mente, por lo que conocer el “yo” implica conocer la mente, y cuanto mejor conozcamos nuestra mente mejor conoceremos a nuestro “yo”.
¿por qué se plantea esta eliminación del “yo”? en nuestro “yo” encontramos nuestras emociones, deseos, traumas, complejos, conceptos, nociones, concepciones, ideologías, creencias, condicionamientos culturales, morales, sociales, etc. y todo ello nos da una visión del mundo y la vida, que obviamente queda limitada por tales valores psicológicos, por ello, se plantea el eliminar nuestro ego, para erradicar nuestros condicionamientos y limitaciones que enturbian nuestra visión de sí mismos, del mundo y de la vida, para alcanzar la iluminación, es decir una visión clara y diáfana de la realidad.
<El fundamento del Yo es el dualismo de la mente. El Yo se sostiene por el batallar de los opuestos.
Todo razonamiento se fundamenta en el batallar de los opuestos. Si decimos: Fulano de tal es alto; queremos decir que no es bajo. Si decimos: Estoy entrando; queremos decir que no estamos saliendo. Si decimos: Estoy alegre; afirmamos con ello que no estamos tristes, etc.
Los problemas de la vida no son sino formas mentales con dos polos: uno positivo y otro negativo. Los problemas se sostienen por la mente y son creados por la mente. Cuando dejamos de pensar en un problema, éste termina, inevitablemente.
Alegría y tristeza, placer y dolor, bien y mal, triunfo y derrota, constituyen el batallar de los opuestos en el cual se fundamenta el Yo.
Vivimos miserablemente toda la vida de un opuesto a otro: triunfo‑derrota, gusto‑disgusto, placer‑dolor, fracaso‑éxito, esto aquello, etc.
Necesitamos liberarnos de la tiranía de los opuestos. Esto sólo es posible aprendiendo a vivir de instante en instante, sin abstracciones de ninguna especie, sin sueños, sin fantasías.>
Así, la dualidad es propia de nuestra mente cotidiana y fundamento de nuestro “yo”, ¿qué sucede entonces si eliminamos nuestro “yo”? pues, sucede que termina el dualismo, en pos de una “unidad-no dual”. Otro ejemplo que se da sobre la unidad no-dual, fue lo que dijo el Cristo: “el padre y yo somos uno solo”, Juan 10:30-32.
Así dice el evangelio apócrifo de Tomas:
Jesús les dijo: «Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una, y de configurar lo interior con lo exterior, y lo exterior con lo interior, y lo de arriba con lo de abajo, y de reducir a la unidad lo masculino y lo femenino, de manera que el macho deje de ser macho y la hembra hembra; cuando hagáis ojos de un solo ojo (...) entonces podréis entrar [en el Reino]»
Lo que denominamos sueño de la conciencia es resultado de una división o separación entre el “yo” y el resto, el “yo” vive en la herejía de la separatividad, nuestro “yo” se siente separado y diferente de todo aquello que le rodea objetos, personas, naturaleza, cielo, infierno, dios, dioses, etc. siendo precisamente el objetivo del primer paso en la meditación o el mindfulness es la atención plena o concentración, cuyo objetivo es diluir la dualidad “sujeto-objeto”, se pretende pues, diluir la separación entre el meditador y el objeto de meditación
Al diluir o eliminar el sujeto, es decir el “yo” que medita, la conciencia se unifica con el objeto, dejando atrás el problema dual entre sujeto y objeto. Al diluir o eliminar toda frontera, separación, división, partición, segmentación, etc. conseguimos que la conciencia se libere de sus preconceptos, prejuicios, condicionamientos, etc. por lo que la conciencia en su naturaleza primaria sin los artificios o conjeturas del “yo” se unifica y armoniza con todo.
El Dr. Suzuki y monje zen, nos dice en el libro compartido con Erich Fromm: “Budismo zen y psicoanálisis”, lo siguiente:
<Hay, sin embargo, otra manera, que precede a las ciencias o viene después de ellas, de acercarnos a la realidad. La llamo el método Zen.
El método Zen consiste en penetrar directamente en el objeto mismo y verlo, como si dijéramos, desde dentro. Conocer la flor es convertirse en la flor, ser la flor, florecer coma la flor, y gozar de la luz del sol y de la lluvia. Cuando se hace esto, la flor me habla y conozco todos sus secretos, todas sus alegrías, todos sus sufrimientos; es decir, toda su vida vibrando dentro de sí misma. No solo eso: al lado de mi “conocimiento” de la flor, conozco todos los secretos del universo, lo que incluye todos los secretos de mi propio Yo, que ha venido eludiendo hasta ahora mi persecución de toda la vida, porque me he dividido en una dualidad, el perseguido, el objeto y la sombra. ¡Por algo nunca he logrado captar mi Yo y cuan agotador ha sido este juego!
Ahora, sin embargo, al conocer la flor me conozco a mí mismo. Es decir, al perderme en la flor conozco mi Yo lo mismo que a la flor>.
Trascender el dualismo del sujeto y el objeto, implica trascender la mente cotidiana y el “yo”, dejando la mente abierta y en un estado incondicional, así el observador y lo observado se unifican dejando atrás las separaciones o fronteras.
El observador debe ser conocido, reconocerse como un testigo siempre presente, que se hace más lúcido, en la medida que la atención aumenta. Tal atención sobre sí mismo y lo que nos rodea debe permanecer sin interrupción, evitando juzgar, condenar o justificar lo que observamos, evitando caer en la identificación con la satisfacción e insatisfacción. Cuanto más plena sea nuestra atención mejor podremos comprender la realidad de sí mismos y de todo lo que nos rodea.
Cuando el “yo” o la mente interactúan, siempre lo harán bajo la premisa de sus condicionamientos, de modo que cuando esto ocurre, sencillamente debemos dejar pasar la actividad del “yo” y la mente procurando no identificarnos con dicha actividad, reconociendo que solo son perspectivas que más o menos acertadas, estarán condicionadas y por tanto solo serán visiones parceladas de una totalidad, dejando de ser realidades en el momento siguiente.
La presencia de nuestro testigo-observador, siempre vive en el presente, resultando que la verdad “es lo desconocido de momento en momento”. Por ello es necesaria la apertura incondicional de nuestra mente.
Nuestra mente forma parte de la mente universal, siendo esta como el “gran océano de la vida libre en su movimiento”, cuando nuestra mente individual realiza un movimiento, este movimiento no es más que una ola que de nuevo se sumergirá dentro del océano de la vida. El problema del “yo” es que siempre se identifica con el oleaje, sin percibir que su naturaleza es oceánica y que sin remedio alguno todas las olas o actividad de nuestra mente regresara al océano.
El “yo” se cierra en sí mismo, en su propia parcela, en su visión limitada y condicionada, así cada cual cree tener la verdad de la realidad, ya se sea creyente o ateo, cristiano, musulmán, budista, chaman, rosacruz, masón, de izquierdas o de derechas, tradicionalista o progresista. Sin embargo todas estas diferentes visiones, solo son partes de una totalidad, una totalidad que no está quieta o encajada en una determinada visión o perspectiva.
Si nos acogemos a las experiencias místicas de los grandes guías de la humanidad, veremos cómo sus propias experiencias están condicionadas por su propia cultura, por su propia tradición y religión; así las experiencias místicas de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Santa Catalina de Siena, etc. son tan validas como las experiencias de los místicos orientales, de un Milarepa, Padmashambhava, Nagarjuna, etc. Por tanto, cada vivencia mística solo es una parte de la totalidad.
Las experiencias místicas, no dejan de ser olas dentro del océano de la vida libre en su movimiento, y estas experiencias solo serán útiles si se considera que forman parte de una totalidad que abarca infinitas tonalidades porque la totalidad en si misma siempre es abierta, pues una totalidad cerrada se auto-limitaría extinguiéndose a sí misma.
Toda dualidad, día y noche, arriba y abajo, dentro y fuera, temporal y atemporal, sombra y luz, yo y tú, santo y demonio, bien y mal, etc. son polaridades complementarias que no pueden existir una sin la otra, es decir no se encuentran separadas ni aisladas unas de otras. Pongamos el ejemplo de la línea que vemos entre el mar y la tierra, mientras unos ven esa línea como la separación entre el mar y la tierra, otros ven la línea que une el mar y la tierra. Lo mismo sucede con el silencio y el sonido, no es que el sonido este separado del silencio o viceversa, sino que ambos conviven mutuamente.
Toda dualidad es relativa, lejos y cerca, caliente y frio, húmedo y seco, alto y bajo, bueno o malo, triste o alegre, etc. los parámetros que usamos para separar o unir toda dualidad es relativa, mientras que lo cierto es que son siempre opuestos complementarios de una totalidad.
Atentamente:
Rafael Pavía. 11/08/ 2019.
Amigo. Gracias por compartir esta visión de la Conciencia
ResponderEliminarRealmente no se si existe esto de la "eliminación" del ego como tal...
ResponderEliminarDigo esto porque leo en este articulo, como en otros de este blog, que citas a Samael Aun Weor. Quien en su interpretación del "cuarto camino" añadió esto de "eliminar el ego". Uno de los pilares de su doctrina es la "muerte de nuestros yoes". Lamentablemente en este tipo de planteamientos y escuelas gnósticas derivadas ponen demasiado énfasis en los "defectos psíquicos" (ego) y no en la "conciencia despierta", propiciando un mayor dualidad y confusión. En el post de este blog sobre autoobservación esta muy bien explicado este tipo de problemas la auto observación que es el inicio para efectuar la eliminación del ego https://conciencianodual.blogspot.com/2019/09/observacion-del-ego.html
Por otro lado también esta el inconveniente que plantea el hecho de asignarle porcentajes matemáticos a la "conciencia despierta" o no condicionada. En la doctrina gnóstica de Samael esto se hace de forma bastante arbitraria, dogmática y sin demasiada explicación consistente.
Comento sobre esto en particular porque hace unos meses, escribí un documento catártico por mi paso por la Gnosis de Samael Aun Weor llamado "Dudas, comentarios, reflexiones y otras hierbas sobre Gnosis"
https://es.slideshare.net/sfmo5hec/dudas-comentarios-reflexiones-y-otras-hierbas-sobre-gnosis-236307830?qid=4c82068e-d0f2-4f7a-a141-460569142369&v=&b=&from_search=1
https://es.scribd.com/document/449390685/Dudas-comentarios-reflexiones-y-otras-hierbas-sobre-Gnosis