La Mente-Espejo y el espacio ilimitado

La Mente-Espejo y el espacio ilimitado

Investigar la mente nos permite conocer mejor nuestro “yo”, en nuestro “yo” encontramos aquello que somos, nuestros pensamientos, conceptos, información, emociones, deseos, instintos, etc. La mente y la psiquis son semejantes y comparten la misma naturaleza, ya que la mente opera en todo nuestro cerebro y nuestro cuerpo.

Nuestro modo de ver la mente desde el razonamiento, nos muestra varias teorías o especulaciones sobre la propia mente, por ejemplo, podemos clasificar la mente en tres partes: 1º mente sensual, que se ocupa de lo tangible, de lo corporal, de nuestros sentidos físicos. 2º la mente racional que se ocupa de utilizar el intelecto para gestar opiniones, conceptos, teorías, especulaciones, creencias, etc. 3º la mente en su estado natural.

Hablaremos de la mente en su estado natural, ya que la mente sensual y racional están sobradamente investigadas, no siendo el mismo caso en la mente natural. La mente tiene un origen y una naturaleza propia que es abstracta, es decir que no tiene una forma definida, por lo que es imposible cosificar la mente, esta no se puede pesar, ni medir, ni cuantificar, siendo toda clasificación o definición sobre la mente una mera especulación de la propia mente racional.


Aquellos que han inquirido en la investigación de la mente como son los maha-sidhis o maha-yoguis, etc. encontrando a estos en las tradiciones del zen, del gnama-yoga, el budismo y el dzogchen, etc. hallando también en la tradición esotérica y mística del cristianismo grandes meditadores contemplativos que alcanzaron la plenitud en la comprensión de sí mismo y de su mente. Nos refieren ellos en sus tradiciones, la auténtica naturaleza de la mente, sin caer en la especulación, pues han atisbado la naturaleza propia de la mente de modo directo, sin la intersección de teorías o especulaciones, gracias a la meditación, la contemplación y el silencio.

Según el dzogchen y el mahamudra la mente natural es nuestro espacio, es decir la mente y el espacio son semejantes en su naturaleza. El espacio, en si es vacío, aparentemente en el espacio no hay nada, sin embargo, es en el mismo espacio de donde surgen todas la formas, imágenes, circunstancias y seres sintientes; por ello, se considera al vacío como un espacio de potencialidad creativa.


Como dijo Sri Swami Sivananda, el espacio que hay dentro de una botella es el mismo espacio que hay fuera de la botella; de igual modo cualquier forma que ocupa un espacio, esta sin diferenciarse dentro y fuera de un mismo espacio; puesto que el espacio que está ocupado por una forma, imagen o circunstancia, seguirá estando ahí cuando la imagen, forma o circunstancia se desvanezcan.

El espacio al igual que la mente no tienen fronteras, ni limites, ni principio ni final, ¿dónde empieza el espacio? ¿dónde empieza y termina la mente? La mente puede abarcar todo el espacio del universo sin limitaciones, por ello, en nuestra medida podemos ir inquiriendo en todo el espacio universal. Nuestra medida, depende de lo abierta que sea nuestra mente, puesto que la mente la podemos cerrar, embotellar o condicionar con nuestra limitada visión, siendo esta visión limitada nuestro espacio particular donde nuestro ego se ha configurado.


Abrir nuestra mente, significa abrir nuestro propio espacio, el problema estriba en delimitar nuestro espacio personal con el espacio universal o ilimitado. Cuando delimitamos nuestro espacio particular con el resto del espacio ilimitado, restringimos nuestra visión y comprensión sobre a realidad que nos envuelve, puesto que mente y espacio son equivalentes.

Si, comprendemos que la mente en su estado natural es ilimitada, podremos ir rompiendo todos los límites que nuestro ego a construido en y sobre nosotros mismos.

La mente, así como el propio espacio son creativos ya que dan cabida a todas las formas y seres que podemos imaginar. Gracias al espacio y la mente vacíos, podemos sin límites dar forma a todo lo creado, ya que, cada cosa o ser creado en última instancia surgen del espacio-mente, siendo su naturaleza básica u original vacía, es por ello que el vacío se considera como una “plenitud potencial”. Por tanto, el espacio, el vacío y la mente tienen la cualidad creativa, en una plenitud potencial.

La mente como un espejo.

La mente natural, en su naturaleza abstracta es un espacio semejante a un espejo, así lo presentan en las enseñanzas dzogchen (gran perfección).

El espejo tiene una naturaleza vacía, de tal modo, que, el espejo deja que se reflejen en él, todas las imágenes agradables o desagradables que puedan aparecer, sin dejar las imágenes ninguna huella o marca sobre el espejo, por la propia naturaleza vacía de espejo-mente. Cuando las imágenes o formas que se presentan en el espejo se van o desaparecen, nada queda en el espejo, quedando el espejo vacío y completamente dispuesto a abrirse a nuevas imágenes, formas, circunstancias, escenarios, etc.


Esta visión sobre la mente como un espejo, también era usada como metáfora por los alquimistas occidentales, al referirse al mercurio (planeta que rige la mente), como un espejo; tal mercurio, se ve simbolizado en el caduceo del dios Hermes (para los romanos dios mercurio) representado en ocasiones, como un espejo ubicado arriba del prodigioso bastón del dios alado y mensajero de los dioses.


Nuestra mente es vacía en su naturaleza original, tal como es el espacio, no estando condicionada, ni limitada, por tanto, en la mente se pueden crear y reflejar innumerables imágenes, formas, creaciones, etc. acompañadas de sus emociones, ideas, especulaciones, etc. quedando la mente nuevamente vacía, cuando toda esta actividad cesa o desaparece. Tan vacía es la mente, qué, imagen tras imagen, no cesa de producir imágenes, a menos que eduquemos la mente a que se quede relajada y en silencio, percibiendo mejor, de ese modo, la fluidez de las imágenes y sus contenidos. Pero la mente en su origen y naturaleza primordial, sigue estando vacía, limpia, despejada, ilimitada, como un espejo.

Si en el espejo de nuestra mente, todas las imágenes y circunstancias dejaran sus marcas o huellas, rápidamente se llenaría no dejando espacio para que se reflejaran más imágenes. En cierto modo, al desconocer la naturaleza primigenia de la mente, solemos aferrarnos o apegarnos a nuestras imágenes, recuerdos, emociones, etc. saturándose nuestro “yo” que todo lo quiere controlar, quedando el “yo” extenuado por la inmensa actividad que tenemos, pasando así a tener depresiones, ansiedad, angustia, etc. La cuestión es que nos ponemos del lado de las formas, del lado de las imágenes que se reflejan en nuestra mente, sin caer en cuenta que toda la actividad psíquica o mental, son meros objetos que van y vienen, que aparecen y desaparecen del espejo de nuestra mente donde todo se refleja, en un continuo ir y venir.


Nuestro propio “yo” desconoce la naturaleza de la mente, ya que el ego se identifica con toda la actividad psíquica y física, por ello se embotella, se congestiona y satura. Despertar nuestra conciencia equivale a abrir nuestra mente y conocer la naturaleza esencial de la mente, que se encuentra en todo, y como decían las enseñanzas del gran Hermes Trimegistro: “todo es mente, todo es mental”, “el Universo es mental”.

Mente y conciencia.

Con el despertar de la conciencia descubrimos la realidad ultima de la mente, por tanto, su naturaleza original pura y vacía. La conciencia es inherente a la mente, no existe separación entre conciencia y mente.

Lo explicamos, nuestro método racional encajonado en su “yo”, lo distingue y separa todo, el “yo” vive dentro de una dualidad constante separándolo todo y cosificando cada cosa, partiendo la dualidad de un “yo y un tú”, esta visión separatista y dual, siempre cosifica, numera, mide y pesa todo, incluso aquello que es abstracto e indefinible lo intenta cosificar, queriendo de ese modo controlar todo aquello que conoce o supuestamente conoce, en base a la actividad de la mente sensual y racional.


Por tanto, tendemos a separar mente y conciencia, elucubrando razones y motivos para ver la diferencia entre conciencia y mente. Pero toda elucubración, teoría, concepción del mundo, etc. surge precisamente de la mente, pudiendo la mente elaborar infinidad de conceptos, teorías, creencias, etc. todas las especulaciones realizadas con la buena intención de descubrir la verdad, serán fallidas mientras no descubramos nuestra mente original y su naturaleza. 


Fue el gran maestro de Oddiyana, Padmashambava quien dijo una vez:

“No investigues las raíces de las cosas, ¡investiga la raíz de la mente! una vez que hayas encontrado la raíz de la mente, sabrás solo una cosa, no obstante, todo será liberado. Pero si no logras encontrar la raíz de la mente, conocerás todo, pero no entenderás nada”.

La conciencia y la mente son inherentes, pertenecen a la gran Unidad, al Uno-todo, no existe separación entre mente y conciencia, solo aquella diferencia que nosotros mismos configuramos artificialmente. Pero la realidad que nos muestra la meditación contemplativa, que se eleva hacia la Unidad Universal, nos muestra que donde hay mente hay conciencia, si somos capaces de abrir la mente, abriremos la conciencia y viceversa.


Cuando aplicamos el ejemplo del espejo sobre la mente, si quedamos prendados de las imágenes reflejadas en nuestra mente, conoceremos muchas formas e imágenes y configuraremos muchas circunstancias y escenas, pero no comprenderemos la naturaleza del espejo, en este caso la mente, de donde surgen todas nuestras actividades, imágenes, formas, circunstancias, etc.

Si llegamos a comprender la raíz de la mente y su estado original o natural, nos daremos cuenta de la raíz de todas las cosas, logrando liberarlo todo, sin ataduras, ni identificaciones, ni fascinaciones, etc. como sucede con un espejo que, al irse las imágenes, queda impoluto. Esta acción de no identificación con las creaciones o reflejos de la mente, la denominan en el dzogchen como “liberación inmediata”, ya que conseguimos permanecer en la esencia de la mente impoluta, incontaminada y pura.

El “yo” se suele enredar con las imágenes que surgen en el espejo-mente, sin caer en cuenta de donde surgen esas imágenes, recuerdos, proyecciones, etc. surgiendo toda esta actividad de la propia mente, pero, he ahí, que la mente natural es vacía, no se aferra a nada, ni se apega a nada, es como un espejo donde todo se refleja, sin dejar huellas.

Todo lo que se proyecta en nuestra mente o recibe nuestra mente surge de ella misma, la cuestión es que nos identificamos con aquello que recibimos o proyectamos como si fuera algo ajeno a nuestra mente, y su capacidad creativa, separándonos de su estado natural donde reside precisamente el observador, es decir, la conciencia propia de nuestra mente. 

Resulta incoherente diferenciar y separar de nuestra mente aquello que ella misma recibe y proyecta, ello es debido a nuestra falta de conciencia sobre la naturaleza profunda de la mente. Todo lo que vemos y concebimos es producto de nuestra mente, si no fuera así no alcanzaríamos a verlo, ni a percibirlo, ni a comprenderlo.



¿El “yo” y la mente están separados?
Aparentemente el “yo” que hemos configurado nosotros mismos con la mente, parece que este separado de la mente o la conciencia; es como si el “yo” se hubiese independizado de sus orígenes mentales, pero ¿es eso posible? ¿Puede parte de la mente ser independiente de su propia mente?, Al ser esa parte de la mente del “yo” independiente, ¿dejaría de ser mente? Si llegamos a descubrir la raíz y origen de la mente y su naturaleza, veremos que es indivisa, porque todo es mente, por tanto, aunque hagamos mil o millones de divisiones y separaciones artificiales, todo en su raíz es mente, que en su raíz es una mente Uní-total.

Sin embargo, el yo se siente separado y ajeno a su realidad, pretende el yo sentirse diferente de todo aquello que le rodea, sintiéndose una parcela propia desde donde todo lo va a controlar, ello provoca una sensación de separación sobre todo lo suyo, ya que lo separa de lo demás y se separa de aquello que considera ajeno a sí mismo.

Por tanto, en nuestro mercurio-mente-espejo pueden reflejarse miles y millones de imágenes, recuerdos, sensaciones, emociones, circunstancias, realidades, sucesos, etc. pero no por ello la mente en su raíz y estado original y natural se divide o secciona. Más bien, lo que debemos observar y contemplar es que toda la actividad del mercurio-mente-espejo, en su raíz es vacía, ilimitada, incondicionada, plena por su potencialidad creativa, etc.

Por tanto, el “yo” desconocerá sus orígenes, mientras desconozca la naturaleza esencial de la mente. Puesto que la raíz del “yo” es la propia mente.


Una mente dividida, es una mente que se identifica con sus reflejos, formas y actividades.

Una mente unida e indivisa es la que conoce sus orígenes esenciales.

Una mente dividida se multiplica en miles de “yoes” identificada con toda su múltiple actividad, una mente unida no-dual, carece de “yo” manteniéndose vacía, limpia, diáfana y según su naturaleza primordial, viendo las cosas “tal como son”, a esta visión se le denomina “Talidad”.

Cuando la mente auto-consciente reconoce su raíz primordial, con ayuda de la mediación contemplativa y el silencio, comprendiendo que la mente es como un espejo vacío, carente de marcas o huellas, sucede que el deseo personal desaparece, es decir que cuando nuestra visión sobre la realidad no se encuentra en las formas e imágenes del “yo”, sino, en el origen y raíz de estas imágenes entonces podemos cortar de raíz la actividad psíquica, dejando de identificarnos con las formas y actividades de nuestro ego.

Poniendo la comprensión y visión desde la raíz de la mente, es decir desde la naturaleza vacía, entonces no existe deseo, apego, identificación con toda la actividad de la mente. Por tanto, nos liberamos del propio “yo” que nos condiciona y limita, puesto que nuestro “yo” se identifica con todas las imágenes, formas, circunstancias, emociones, que aparecen en la mente-espejo, de modo que si en vez de estar en la posición e identificación de todo lo que se refleja en la mente-espejo, nos situamos como observadores en la raíz de la mente y su cualidad de permanecer impoluta ante cualquier forma, entonces podremos liberarnos de modo inmediato, de cualquier manifestación del “yo”.


La cualidad de la mente-espejo siempre vacía evidencia la carencia de deseos o apegos, estando el espejo limpio y puro, sin “yo” o sin rastros que obstaculicen la visión plena o “talidad”.

La mente y la compasión.

En la carencia del “yo” y sus múltiples deseos y apegos, surge de modo espontaneo la Unidad no-dual, encontrando en la unidad el amor, la compasión ecuánime, sin diferencias, sin premisas o condiciones. La no dualidad, significa que en la raíz de la mente todo es, ha estado y permanecerá unido.

La mente en su naturaleza primordial es espontánea, siendo que la compasión surge también espontáneamente, al no existir obstáculos que deterioren la compasión, la unidad y el amor.

Mantenerse dentro de la mente natural o rigpa (denominación de los tibetanos a la mente con su conciencia despierta y natural) requiere plena atención en el observador situado en la mente-espejo, sin distracción.

La conciencia, la compasión y la mente tienen un mismo origen en la mente incontaminada, original o primordial. Depende de nosotros el que reconozcamos la profundidad y naturaleza de la mente. Mientras ignoremos la raíz de la mente, nuestra mente estará confusa, distraída, dividida, complicando nuestra existencia en la rueda del samsara.

Si algo sostiene la coherencia en un espacio infinito e ilimitado eso es la unidad, el amor o compasión.


Finalizamos diciendo, que la mente y el espacio son ilimitados, por lo que depende de cada cual el poder abrir o cerrar más su mente; si nos cerramos quedamos limitados en el mundo de las formas o mundo del samsara, mientras que, si abrimos la mente comprendiendo la raíz de la propia mente, nuestro espacio será al igual que nuestra comprensión ilimitada.


Atentamente:

Rafael Pavía.                                        25/07/2019.

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