Una visión nueva del mundo

Una visión nueva del mundo.

La sencillez tiene una frescura que nos hace ver las cosas como nuevas, la sencillez es simple y abierta. Utilizar la sencillez demanda una mente clara, sin complicaciones ni obstrucciones; la sencillez nos permite ver las cosas tal como son, sin artificios ni ornamentos, pero la sencillez no es indiferente, ni pasiva, ni ignorante.

La claridad de nuestra visión del mundo es una cualidad que debe permanecer siempre abierta, dejando atrás todos nuestros condicionamientos y prejuicios. Abrir nuestra visión permite ver la luz sobre nosotros mismos; nuestra visión interior es nuestra visión exterior, cuando somos conscientes de nuestra forma de ver el mundo, conocemos nuestros límites y condicionamientos, siendo estos límites y condicionamientos los que nos encajonan en una visión distorsionada y parcial de la realidad.


Mientras mantengamos una visión parcelada del mundo y la vida, poco podremos aprender de nuestras vidas y de lo que el mundo es. Por lo común todos nos aferramos a nuestra visión parcelada, por simple temor a perder nuestra seguridad y confianza en aquello que hemos acotado en nuestra parcela, es decir en nuestra forma de entender el mundo. La seguridad y el miedo van cogidos de la mano, nuestra inseguridad se debe a nuestro desconocimiento, al ignorar que hay más allá de nuestra parcela nos surge el temor, por lo que reforzamos nuestra visión y parcela para intentar asegurarnos de que estamos seguros. Pero lo desconocido, lo que ignoramos se mantendrá siempre ahí fuera de nuestra parcela, permaneciendo la inquietud e inseguridad de lo que ahí fuera de nosotros nos pueda afectar.

En nuestro mundo interior, aquel que nosotros formamos y parcelamos nos configuramos un conjunto de valores que consideramos buenos o malos, positivos o negativos, acertados o desacertados, tradicionales o novedosos, etc. Ante nuestro mundo interior que hemos configurado tendremos una visión del mundo, que podremos considerar igualmente buena, mala, positiva, negativa, acertada o desacertada, tradicional o novedosa, etc. con tal configuración vemos el mundo exterior.



Es con nuestra visión del mundo y de nuestras vidas, que ponemos nuestros límites, fronteras personales, donde pretendemos instalar nuestra seguridad, e incluso desde donde pretendemos progresar. Aunque para progresar tendremos que rectificar nuestra visión, nuestros valores y condicionamientos, siendo que tengamos que remodelar nuestra parcela como si fuera un jardín al que debemos cuidar y renovar.

Nuestro mundo interior configura nuestro mundo exterior, y mientras estemos en nuestra parcela propia, el mundo y la vida no se abrirá al completo ante nosotros.

Cada uno de nosotros hemos recibido una educación, unos valores morales, unas costumbres, una religión, una cultura, que también hemos configurado en nuestro mundo interior; así también valoramos el mundo exterior con nuestra visión: buena, mala, positiva, negativa, acertada o desacertada, tradicional o novedosa. Toda esta configuración o con-creación modela nuestro “yo”, aquello que sentimos y pensamos que somos. Y con nuestro “yo” vemos y co-creamos el mundo exterior.


¿Dónde queda la sencillez, donde queda la claridad, la apertura? Un instrumento útil para familiarizarse con la sencillez que otorga la clarividencia y descubrir la apertura de la conciencia, recomendamos el silencio.

El silencio es muy sencillo, aunque mucha gente hoy en día no puede soportar el silencio y la meditación, porque su mundo se ha vuelto demasiado complejo, ruidoso y caótico; siendo la curra o solución acercarse e ir conociendo el silencio.

La claridad y sencillez del silencio nos abre a una nueva visión incondicionada, ya que en el profundo silencio no hay obstrucciones, obstáculos, prejuicios, limitaciones, condicionamientos, etc. El silencio es como un vacío, un vacío pletórico de nuevas potencialidades, nuevas visiones, nuevas perspectivas, nuevas creaciones, etc. Ya que el vacío-silencioso es como el espacio que por ser ilimitado da cabida a toda creación.

En el silencio se derrumba nuestra parcela propia, los muros de nuestra propiedad son derruidos. Porque el silencio ocupa todo nuestro espacio de modo que podemos escuchar y ver todo lo que acontece en nuestro mundo interior y exterior. Ya que el silencio y el espacio vacío son integradores, nada rechazan, todo lo unifican, en una apertura infinita, ilimitada.


Conocer el silencio, el espacio, el vacío, la capacidad creativa de conformar un mundo un universo, una realidad, es sencillo y simple, tan simple como el silencio.

En el silencio no hay propiedades, desaparece lo mío y lo tuyo, por ello muchos no quieren el silencio, porque desaparecen sus propiedades: mis deseos, mis controles, mis honores, mi mundo, mis sufrimientos, etc. con el vacío nos vemos completamente desnudos, tal cual somos, porque el vacío-silencioso no tiene filtros, ni perspectivas parciales, ni enfoques condicionados, ni complejos, ni tortuosos laberintos inaccesibles a nuestra comprensión.

En el silencio se vive el presente; si quieres vivir el presente y el aquí y ahora, sin estar condicionado por el pasado, ni por el futuro, tendrás que vaciarte en el silencio del presente. La verdad que se presenta de momento en momento adviene con el silencio presente en uno mismo: Un silencio abierto, donde no hay intransigencias, sectarismos, obcecaciones, condenas ni justificaciones; en tal silencio presente y vacío todo se integra en la poderosa luz de la comprensión.


El silencio, la sencillez, otorgan la clarividencia, la comprensión, la fuente de la luz sin sombra, una apertura incondicional que nos abrirá de modo absoluto la forma de ver el mundo. Lo absoluto incluye todo en una “unidad-múltiple perfecta”, esto es una visión integral.

Atentamente:

Rafael Pavía.                                                    22/06/2019.

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