Educar, enseñar, adoctrinar

Educar, enseñar, adoctrinar.

Empezamos el articulo buscando e significado y la etimología de educar, enseñar, adoctrinar:

- La palabra educar lleva la raíz de la palabra latina ducere (educare > educare . Ducere viene de una raíz indoeuropea *deuk- que significa guiar. Con lo que educar sería "guiar o conducir" en el conocimiento. Idéntico significado tiene la palabra griega "pedagogo", paidós (niño) y agogós (que conduce).

- La palabra enseñanza procede del latín indignare  que a su vez está formado por in(en) y signare (señalar). Signare proviene de signum (seña, indicación o marca), y signum viene del indoeuropeo sekw, que significa seguir. Todo ello transmite la idea de indicar una dirección a seguir.

- La palabra adoctrinar, inculcar a alguien las ideas o conocimientos de una determinada opinión, ciencia o sabiduría, viene de a- + doctrina + -ar. Doctrina viene del latín doctrina = "ciencia, sabiduría".


La enseñanza en estos últimos tiempos ha ido abriéndose a nuevos modelos con mejor enfoque que en décadas anteriores, aunque queda mucho por hacer, para alcanzar una enseñanza o educación adecuada para la formación de los niños. Primero deberíamos ver las faltas o carencias que los mayores y educadores tenemos al respecto, ya que el aprender y el enseñarse, tendría que ser un ejercicio constante; suelo comentar que cuando alguien dice: “yo ya sé”, entonces esa persona se quedó estancada en su aprendizaje.

Cada persona tiene su idiosincrasia su personalidad y carácter, así como sus propios valores, vocación etc., el educar o enseñar debería sintonizar con la cualidades y necesidades individuales de cada cual, lo que requiere una atención particular para cada persona, cuestión que los educadores si pueden percibir, aunque el obstáculo es tener una pedagogía para cada individuo; sobre esta cuestión hacen falta medios que cubran las carencias. Por un lado se tiene que educar colectivamente y por otra individualmente, ya que educar implica convivir con unos y otros.

Los modos y formas educacionales se van dirigiendo hacia un modelo auto-didacta, esta dirección es la adecuada y debería ir aplicándose desde la infancia respetando las cualidades, capacidades, desarrollo y carencias de cada niño. Guiar a los niños según sus condiciones, capacidades, valores, cualidades, etc. con una guía que les lleve hacia su vocación es lo ideal.


Conducir una educación auto-didacta en un aula colectivamente, se da, con la motivación contagiosa, en ello, tiene experiencia el sistema educativo Waldorf, donde mezclan diferentes edades consiguiendo que los pequeños se fijen en lo que los mayores ya saben hacer, motivándoles con ello a querer aprender como sus compañeros de clase. La motivación es esencial en la educación y cercenarla es conducir a los niños al fracaso. La motivación surge en el niño de modo natural cuando activamos o conducimos su capacidad innata de asombro, todos los niños tienen curiosidad y capacidad de asombro, por ahí, surge la motivación y las ganas de aprender.

Ya, para los adolescentes, adultos o mayores, ser auto-didactas, requiere una buena alineación de nuestras emociones, sentimientos e ideas. La formación educativa ya en la adolescencia se va desmarcando del ámbito familiar, para ir entrando en la escuela de la vida, donde el aprendizaje no tiene fin. Adquirir cultura, informarse, instruirse, leer abundante literatura, etc. no es suficiente, lo que se requiere es aprender a pasar de los conceptos a los auto-conceptos, ello implica a aprender a reflexionar, aprender a pensar que estamos pensando.

Dejar nuestra formación tan solo al amparo de nuestra memoria o a la adquisición de información conceptual, sin ejercer la auto-reflexión, sin realizar el paso de los conceptos a los auto-conceptos, resulta insuficiente. La formación personal debe de extenderse hacia nuestros adentros aprendiendo a discernir, en el mundo de las ideas, conceptos, etc. Asimilar una idea, un pensamiento político, filosófico, social, religioso o científico, sin procesarlo en nuestra mente por sí mismos, tiene sus consecuencias personales y sociales, podemos quedar, en este caso, bajo el comercio interesado del mundo de las opiniones.


Desde nuestra adolescencia podemos ir ejercitándonos en la capacidad de discernir y valorar la información, los conceptos e ideas que nos llegan por diferentes fuentes. En la capacidad de reflexionar y discernir, indagamos en nosotros mismos los valores que sustentan cada opinión, cada idea o planteamiento. En el comercio ideológico, donde las opiniones, creencias, sentencias, veredictos, lanzados a la opinión publica buscan un interés concreto que puede ser beneficioso o perjudicial para uno y para los demás, el problema y lo grave del asunto es el hábito del adoctrinamiento, del querer convencer e influir los unos sobre los otros convencidos de nuestra verdad. La actitud del adoctrinamiento falta al respeto ajeno, creando los conflictos, luchas oposiciones dogmáticas, etc.

La libertad en la enseñanza y la educación es primordial en una sociedad avanzada, siendo necesario encaminar el aprendizaje hacia un método auto-didáctico, que ejercite la capacidad de reflexionar y discernir por sí mismos. Todas las doctrinas, religiones, filosofías, etc. son para reflexionarse íntimamente, para que cada cual, extrajera de los conceptos y creencias sus propias conclusiones, de tal modo que los maestros, guías, educadores, tendrían que conducir a sus alumnos hacia la auto-reflexión, y el discernimiento. Y no quedaría de más aprender a concentrarse y meditar, pues con ello, comprenderíamos la validez o importancia de lo que son nuestros pensamientos y sentimientos, aprenderíamos a ver como se forman y gestionan y sostienen dentro de nosotros mismos los pensamientos y emociones, de tal modo que podríamos mediante la comprensión, llegar al fondo de nuestra concepción del mundo y la vida, pudiendo rectificar, remodelar, e incluso recrear nuestra visión sobre el mundo y la vida, con ello, nos daríamos cuenta que somos co-creadores del formato de nuestra existencia.


La escuela de la vida tiene una dimensión y profundidad extraordinaria, y bien vale la pena aprovechar todo nuestro potencial, para procurar sacar la mejor calificación en nuestro viaje existencial. Aprender durante nuestro trayecto existencial a saber vivir con plena conciencia, es un ejercicio constante, que va más allá de tener éxito o fracasar en nuestros propósitos, trabajo, ámbito familiar, etc. Pues el sentido de nuestras vidas, tiene que ver con una conexión con nuestro profundo Ser, que a la vez nos permitirá conectar con la realidad que nos envuelve, conectar con la gente, con la naturaleza, con el mundo, con las diversas culturas, con la propia vida. El fracaso y el éxito pueden ser tan engañosos y confusos en nuestra perspectiva de la existencia, que nos pueden extraviar del sentido real de nuestras vidas.

Hay quienes triunfan en su vida laboral, pero fracasan en su vida familiar o social, hay quien triunfa en la política, el deporte, el arte, etc. y de golpe se encuentran en el otro extremo del éxito, el fracaso. Así, nos podemos pasar la existencia embelesados por el éxito y huyendo del fracaso, sin llegar siquiera a conectar con nuestro Ser, ni encontrar el sentido de nuestras vidas.

Atentamente:

Rafael Pavía.                                    25/11/2019.

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