La Imaginación, antes que las letras.

La Imaginación, antes que las letras.

Todos conocemos la tragedia de la destrucción de la biblioteca de Alejandría, como nos recordó en su película “Ágora” de Alejandro Amenábar. En el año 415 Hipatia de Alejandría fue asesinada por una furiosa horda de monjes cristianos encabezados por el patriarca Cirilo, esta fue la destrucción definitiva de la biblioteca más importante de tal época, previo a otros intentos de destrucción y de incendios. No era la única biblioteca de aquel tiempo, también existían otras en todas las grandes ciudades del Mediterráneo que se preciaban, llegando a albergar importantes bibliotecas: Arriba, la de Celso, en Éfeso, erigida en 101 d.C., que llegó a contener 12.000 volúmenes, mientras que la de Alejandría llego a tener hasta los 700.000, según Aulo Gelio.


Todos hoy, sabemos la importancia de los libros y de la lectura, y de cuanto bien nos ha producido el conocimiento y el saber de la razón y la escritura. Realmente a sido una tragedia la perdida de todos los volúmenes, libros, documentos, de la antigüedad. Todo ese grueso volumen documental de la escritura y las letras se inició en la época “Mítico-literalista” como nos indica Jean Gebser (el cartógrafo de la conciencia) y Ken Wilder (psicólogo Integral), previamente a esta fecunda obra literaria de nuestros antepasados, se vivió la época “mágica”, según Jean Gebser.

Nos sirve de punto de apoyo, para comprender lo que fue la época mágica la visión del antropólogo y filósofo Samael Aun Weor, cuando nos comenta en su libro “Las tres montañas” lo siguiente:

<De todo el variado conjunto de procesos históricos y prehistóricos, relacionados con la Tierra y sus humanas razas, nos es dable inferir dos modalidades ocultistas, a saber:

A)- Ocultismo Innato.

B)- Ocultismo Escolástico.

La primera de estas dos corrientes es ostensiblemente antediluviana; la segunda es completamente postdiluviana.

Las paralelas exactas de estas dos formas ocultistas claramente enunciadas, debemos descubrirlas clarividentemente en las dos modalidades de la Ley:

A)- Ley Natural y Paradisíaca. (Sabiduría de los Dioses).

B)- Ley escrita. Deuteronomio. (Ley Segunda y más inferior).

Escrito está con caracteres de fuego en el libro de la vida, que cuando “los Hijos de Dios”, es decir, de los Elohim o de los “Jinas”, conocieron a las hijas de los hombres devino espantosa la terrible catástrofe atlante o del Diluvio Universal: (Génesis, VI, I). Entonces concluyó el imperio formidable de la Primera Ley y llegó el tiempo del Deuteronomio o Segunda Ley.

Es demasiado palmaria y evidente la imperfección terrible de la Ley Escrita; tormento de los grandes hombres por las espantosas limitaciones de la misma y férrea tutela de Moisés, el insigne caudillo sagrado del pueblo de Israel, congregando a su gente en las llanuras de Moab, expone a la vista de todos, los prodigios extraordinarios que el Señor había obrado en su favor desde que en el Monte Sinaí había sido establecida la primera alianza, y repite la Ley con nuevas ilustraciones, pronunciado espantosas advertencias contra sus transgresores y prometiendo justas recompensas y felicidades de todo género a quienes la guarden fielmente.>



Esta visión, es extraída de las enseñanzas teosóficas de H.P. Blavastki, de Don Mario Roso de Luna, de Rudolf Steiner, y otros tantos teósofos y rosacruces. Esta visión esotérica sobre las razas y civilizaciones de la época mágica o antediluviana nos sirven de gran apoyo, pues ¿cómo podemos acceder a la pre-historia, antes de que los humanos inventaran la escritura?


La antropología y paleontología académica nos muestran una visión, que no deja de tener sus carencias, pues sin una documentación litográfica, entramos en un escenario de especulaciones donde el racionamiento mental de esta época dibuja o esboza un pasado pre-histórico insuficiente al no poder reconocer las facultades y el desarrollo psíquico de nuestros legendarios antepasados. Nadie puede negar, que nuestros antepasados griegos, egipcios, hindúes, chinos, mayas, aztecas, etc. se referían a sus propios antepasados como seres gigantes, semidioses o dioses, es decir veían a sus predecesores como superiores a ellos mismos, así lo refleja el gran poeta Ovidio (año 43 a.c.) en su magna obra “Metamorfosis”, donde nos refiere a las cuatro épocas humanas: edad de oro, plata, bronce y hierro, donde la decadencia humana pasaba de una edad esplendorosa e involucionaba hacia una época de hierro y podredumbre.

Estas cuatro épocas o edades de la humanidad también se ven reflejadas en otras antiguas civilizaciones, como la hindú, que nos habla de los cuatro “yugas” (edades):

Krita o Satya Yuga (edad de oro o edad de la verdad).
Treta Yuga (edad de plata).
Dvapara Yuga (edad de bronce).
Kali Yuga (edad de hierro o edad oscura).


Estas edades son escritos bibliográficos, que nuca se han valorado por parte de los académicos, sin embargo constan y son tan evidentes como el resto de documentación escrita de nuestros antepasados. Otro, ejemplo al respecto es el famoso calendario azteca, la “Piedra del Sol”, donde se refiere según el antropólogo Víctor M. Chavez y otros investigadores a las cuatro razas que nos precedieron: 1º hombres tigres, 2º hombres monos, 3º hombres pájaros, 4º hombres peces. Participando estas razas también de la caída o involución desde los primeros padres de la humanidad, semejante a las cuatro edades de oro, plata, bronce y hierro.


La evidencia documental sobre las razas y civilizaciones que precedieron a nuestros antepasados, así como el hecho del diluvio universal es innegable y abundante, sin embargo los académicos modernos han repudiado lo que nuestros antepasados nos legaron y documentaron. Esta negación académica por investigar el legado documentado de nuestros antepasados, cae en error simplista y absurdo, de considerar que nuestros antepasados eran unos simples ignorantes que fantaseaban con sus predecesores, saltando a la vista la arrogancia de tan pobre perspectiva.

Tenemos que añadir, que la arrogancia presuntuosa contemporánea que nos sitúa por encima de nuestros antecesores, solo es producto de nuestra ignorancia. Esta ignorancia recae sobre todo en una falta enorme al desconocer el propio desarrollo psíquico-consciente de la humanidad.

La época mágica o anti-diluviana.

Por desgracia, los únicos que han tenido en cuenta las mitologías y la amplia documentación heredada sobre la época prehistórica, antediluviana o mágica, han sido los teósofos, los rosacruces, los gnósticos contemporáneos, y otros, calificados todos ellos como ocultistas, sufriendo el rechazo y el menosprecio académico, a pesar del peso y valor documental existente. Es como si tales mitos, escritos y documentos fuesen apócrifos, es decir, simplemente rechazados, tal como fueron rechazados los evangelios apócrifos, sencillamente porque Ireneo de León canonizo tan solo los cuatro evangelios que el considero como los válidos: evangelio de Juan, de Mateo, de Lucas y Marcos, dejando los demás evangelios invalidados.


Resulta increíble que aun hoy el dogma histórico o mejor dicho prehistórico siga colapsando la investigación docente sobre el legado documentado y escrito de nuestros antepasados nos dejaron sobre sus predecesores. Tal frustro o desarreglo, se localiza en la falta de comprensión sobre nuestro desarrollo psíquico-mental.

¿Cómo era la capacidad mental o psíquica de los antediluvianos, antes de que la ley escrita imperara sobre nuestra educación y saber? Podemos decir que eran unos analfabetos e ignorantes, que vivían de sus caprichosas fantasías; y así nos quedamos tranquilos y satisfechos de nuestro preclaro entendimiento, sin reparar en la fatua y vanidosa perspectiva de nuestra ignorante ilustración sobre el desarrollo psíquico y mental de la historia de la humanidad.

Muy interesantes son las investigaciones del filósofo Ignacio Gómez de Liaño sobre la imaginación y la memoria que expone a lo largo de su prolija obra (circulo de la sabiduría, filósofos griegos y videntes judíos, etc.) que considero una enorme labor, aunque ahí no debe terminar la investigación, sino que debe continuar hasta rememorar nuestros orígenes.

Efectivamente la imaginación era y es la puerta hacia el conocimiento, y la memoria el almacén donde guardar dicho conocimiento. Hoy se repite continuamente la frase de Albert Einstein, que dice: “La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado. En cambio, la imaginación abarca todo”

La imaginación es una puerta abierta tanto hacia nuestro mundo exterior como interior, tal imaginación es descrita por los yoguis orientales y esoteristas occidentales como “clarividencia”, es decir claridad en la visión. Tal claridad de visión ha sido una práctica incluida en la ciencia de la meditación, el yoga, la cábala, siendo también el instrumento de las matemáticas, la física, y otras ciencias que abarcan las investigaciones abstractas que nuestra mente puede abarcar. La imaginación y el arte en todas sus formas van de la misma mano, por tanto, la imaginación es fuente de inspiración, de conocimiento y aún más fuente de intuición; la intuición la describía Schopenhauer, como: “la cosa en sí”, es decir, un conocimiento directo, una “gnosis reveladora”.


Si, en algo debemos de tener en cuenta a los yoguis orientales y a los esoteristas occidentales, es su dedicación a la investigación interna de la psiquis; cuando nos referimos a la investigación interna, queremos decir que no es una investigación hecha por terceros como lo aplica la psicología occidental, sino, que es una investigación o trabajo en primera persona, es decir hecho por uno mismo, que en base a las prácticas de yoga (raja-yoga, Kundalini-yoga, gnama-yoga, etc.) y de meditación incluyendo la vía contemplativa, dan luces a nuestra conciencia para poder comprender el desarrollo psíquico que incluirá la imaginación o clarividencia. Sri Aurobindo, el gran yogui oriental desarrollo un “yoga integral” que plantea precisamente este desarrollo psíquico, que alumbra nuestra conciencia, no siendo el único que ha aportado una buena fuente de conocimientos al respecto, sino que existe una lista interminable de yoguis y esoteristas que han contribuido a conocer nuestro espacio interior mediante la ciencia de la meditación.

La imaginación es, a diferencia de la fantasía, es un sentido o cualidad objetiva de nuestra mente, mientras que la fantasía es un producto subjetivo producido por todos los desechos incoherentes de nuestra psiquis. La imaginación en cambio, requiere de atención y cuanto más plena la atención mejor, más fecunda es la imaginación. Por lo que la concentración da pie a la imaginación.

La imaginación tiene dos polos, uno activo y otro pasivo, con el polo pasivo recibimos las imágenes o formas del mundo exterior con mayor claridad, siendo aquello que vemos, sea un árbol, un cristal, o cualquier cosa, una visión o percepción diáfana y clara debido a la propia atención, sin que existan prejuicios u ofuscaciones ante lo que vemos. Mientras tanto, con el polo activo de la imaginación, que también requiere de la plena atención, creamos nuestro arte, creamos nuestros puentes, muebles, maquinas, etc. así los ingenieros, arquitectos, crean con su imaginación, al igual que los matemáticos resuelven sus incógnitas y ecuaciones con su atención plena o concentración dando paso a la puerta de la imaginación que les alumbra ante sus incógnitas.


La imaginación precede a las palabras, en palabras de Albert Einstein quien también decía: “Raramente pienso en palabras. Un pensamiento viene, y puedo tratar de expresarlo en palabras después”. Este comentario de A. Einstein, viene al caso, ya que lo consideramos uno de los más grandes pensadores de todos los tiempos, que sin duda poseía una gran imaginación.

Si ahora, nos trasladamos a la época antediluviana, antes de que las letras y la escritura se inventaran, tenemos que colocar como base de nuestras funciones psíquicas y mentales la imaginación. Si, sin duda es un hecho este, de ubicar la imaginación como base fundamental de nuestro desarrollo psíquico y mental, una certeza ineludible. Dicha certeza no es producto de un laberintico y complejo estudio teórico, sino una evidencia plena, que nuestros antepasados antediluvianos poseían un gran potencial de imaginación, hecho que pueden certificar y corroborar todos los grandes meditadores de hoy y del pasado, que se han ejercitado en la atención plena, lo que hoy, se intenta ejercitar con el modismo del mindfulness.

Siendo evidente las bases y fundamentos del desarrollo psíquico partiendo de la imaginación o clarividencia, podemos concluir, que antes que las letras existieran y con ello la escritura, los prehistóricos antediluvianos poseían una preclara imaginación tanto pasiva como activa. Con tal imaginación, su visión del mundo era prácticamente incondicional, es decir, que entre los primigenios y originales humanos que nos precedieron existía la capacidad de ver el mundo “tal cual es”, esto es, un modo intuitivo de percepción de la realidad, y siendo así, ¿qué necesidad de registrar sobre el papel existe? Es decir, ¿para que escribir, aquello que todos podían ver y percibir directamente? Ya que la imaginación era la base de su visión y concepción del mundo.


Según el zen y el budismo, la realidad es la mismidad (en pali, tathatā o talidad) de la naturaleza, o el mundo tal como es, independiente de cualquier pensamiento específico que se tenga sobre él. En palabras de Consuelo Martin doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid:

<Es necesario hacer silencio en los pensamientos y en las emociones que ocasionan para poder observar el funcionamiento de la mente.
Al hacerlo, y no antes, se descubre que la realidad no es lo que parecía mientras estábamos identificados con los pensamientos, es decir, con las sensaciones interpretadas, con teorías o doctrinas acumuladas en la memoria y luego repetidas de mente en mente.>


Efectivamente, el silencio nos otorga la atención plena, lo que abre nuestra mente e imaginación, sin obstrucciones, sin prejuicios, sin preconceptos o especulaciones previas, lo que nos permite ver las cosas “tal cual son”. Lo que convalida el hecho de que nuestros primigenios antepasados, poseían una capacidad natural de observación de la naturaleza, pues la atención silenciosa ante la inmensidad del mundo era vital en su formación psíquica.

Cabría en otro artículo mencionar la relación entre la palabra, el silencio y la mente, mencionando de momento la gran importancia que se daba antaño a la palabra, pues, aunque actualmente la palabra carece de prestigio, antaño, bastaba decir aquello de que: “te doy mi palabra”, para confirmar cualquier trato. Pero de momento nos centramos en la imaginación, fuente de inspiración y pensamiento.

La imaginación y la conciencia de sí mismos


Antes de las palabras y los actos precede la memoria y antes la percepción e imaginación. Es recomendable la lectura del catedrático en fisiología Francisco J. Rubia y su libro “el fantasma de la libertad”, donde explica como nuestro cerebro por instantes precede a nuestros actos y decisiones, por lo que se plantea en qué medida realmente somos libres o si es nuestra condición neuronal, la que nos predispone a dichos actos y decisiones, lo que podría llegar a plantear incluso cuestionamientos legales sobre los actos que transgreden las leyes, pues si existe un condicionamiento neuronal debido a nuestra genética, ¿en que mediad somos responsables de aquello que realizamos?. Francisco J. Rubia explica ampliamente y detenidamente esta cuestión en su libro.


Lo que la neurociencia actualmente plantea con sus investigaciones empíricas, sobre la anticipación de nuestro cerebro, sobre aquello que pensamos, decidimos y hacemos, es algo que la tradición y enseñanzas orientales sobre la meditación ya indagaron. Las enseñanzas budistas sobre el “Alaya-vigñna” (recipiente o depósito de la conciencia), explica también con detalle y amplitud, como las impresiones y sensaciones se depositan en nuestro interior, en nuestra psiquis, y en lo que denominan el “alaya” quedan depositadas las impresiones y sensaciones, siendo este “alaya” nuestra memoria.

El hecho, de que nuestro cerebro se anticipe a nuestros pensamientos y actos, se debe a que existe tal deposito “alaya” o memoria. Aunque para la neurociencia le queda por comprobar empíricamente el motivo subyacente de tal anticipación, de momento solo ha podido comprobar que el cerebro se nos anticipa.

Es la imaginación junto con nuestra memoria la que construye nuestras imágenes y con dichas imágenes construimos la visión del mundo que nos rodea. Estas imágenes preceden a nuestra palabra, y con las palabras conceptualizamos lo que vemos y percibimos en nuestras imágenes mentales o cerebrales.

En conclusión, la imaginación se anticipa a lo conceptual, a la palabra y a lo escrito. Y lo que nuestros antepasados antediluvianos o nuestros ancestros prehistóricos tenían y gozaban, como es evidente, es un potencial preclaro de imaginación. Y su imaginación les permitía ver la realidad tanto psíquica como física con plena lucidez. Por lo que nuestros antepasados que glorificaron a sus ancestros en sus mitos y libros sagrados, elevándolos a figuras divinas situándolos en edades de oro y esplendor, describiendo sus vidas como paradisiacas, es algo, que invitamos a descubrir, a investigar, pues la propia lógica nos hace evidente que sus relatos y escrituras tenían una razón de ser.

Podemos ahora comprender el porqué de las palabras de Samael Aun Weor, sobre:

Ley Natural y Paradisíaca. (Sabiduría de los Dioses) y la Ley escrita. (Ley Segunda y más inferior).


El legado de las primeras razas humanas que preceden a la escritura, lo que denominamos prehistoria, sigue vigente en nuestras bases fisiológicas y psíquicas, este legado es la imaginación todopoderosa. Sin la imaginación, no seriamos más que desheredados ciegos, condenados a la peor de las ignorancias.

Atentamente:

Rafael Pavía.                                            19/08/2019.

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