¿Buscar a Dios es buscar la verdad?

¿Buscar a Dios es buscar la verdad?

Si buscar a Dios es buscar la verdad, ¿puede la fe dogmática participar de esa verdad? Desde los principios de la humanidad siempre se buscaron respuestas más certeras sobre la verdad y ello nos ha permitido evolucionar, aunque no con el éxito que nos gustaría. Lo que significa que aún nos queda mucho por aprender y mucha conciencia que despertar.

La ciencia se postula como un cauce para hallar la verdad, procurando evitar el dogmatismo, sustituyendo este por la comprobación y la experimentación, aunque tampoco ha sido satisfactoria la ciencia, pues los problemas humanos son cada vez más peliagudos.

¿Es quizás la filosofía la respuesta a nuestras inquietudes en busca de la verdad? Con el paso del tiempo y desde los primeros filósofos hasta la actualidad, han surgido diferentes corrientes filosóficas y grandes pensadores que nos han aportados mucho, pero no ha sido posible una solución común para la inmensa humanidad.


Todos podemos participar de la verdad en partes, partes que sumarian y se acercarían a una totalidad, siendo cada verdad particular relativa o circunstancial, pero nunca una verdad completa o fija. Por ello examinar aquello que conocemos debe ser una constante, de tal modo que en cada revisión podamos encontrar piezas mejor encajadas en la realidad de la verdad.

Generamos de un modo inconsciente el dogma, con la idea de crear una certidumbre que nos genera una “falsa sensación de seguridad”, procurando a la vez convencer a más personas del dogma que postulamos, pensando que cuanto más seamos apoyando el dogma más razón tendremos.

Todo relato científico, religioso, filosófico, tiene una parte, una perspectiva, un nivel de conciencia; siendo que cada nivel de conciencia nos está indicando la forma de ver el mundo que cada cual tiene. Aquí surgen los parámetros, que son nuestros propios condicionamientos y limitaciones; cada cual, sea que elija la ciencia, la religión, la filosofía, etc., tiene su nivel de conciencia, esto es, su modo o forma de ver el mundo, por lo que está condicionado bajo sus propios parámetros. ¿cómo podemos salir de nuestros condicionamientos o limitaciones?


Tener una apertura disponible para nuestra conciencia es fundamental, para avanzar hacia la verdad. Esta apertura debe ser una constante, que nos permita revisar una y otra vez lo que asentamos como posible verdad. Si nos aferramos a nuestra falsa sensación de seguridad, pensando que estamos en lo cierto nos cerramos y nos equivocamos pues nuestra verdad y seguridad estará parcelada, esto es, limitada. Si abandonamos la falsa certidumbre tendremos que sostenernos en una realidad siempre cambiante, en “una verdad que es lo desconocido de momento en momento”, que no es una verdad fija y que por tanto no se puede postular, ni generar proselitismo, puesto que esa verdad siempre abierta de momento en momento, es inviable de fijar y establecer como dogma inquebrantable. 

Nuestra cultura y educación está condicionada por diferentes roles o padrones, que podemos aceptar o rechazar, como sucede con el modernismo y el post-modernismo y el actual planteamiento del meta-post-modernismo, todo depende de nuestra apertura a aceptar lo establecido o rechazarlo, pero lo necesario es mantener la apertura, puesto que la verdad es un continuo descubrimiento.

Si un místico tiene una divina revelación por medio de una visión o una teofanía, o mediante un éxtasis divino, esta siempre será una experiencia parcial y temporal. El mistificar o engrandecer las vivencias personales se desvía del propósito de la propia experiencia personal, pues el mismo hecho de ser una experiencia personal la convierte en subjetiva; por lo que toda experiencia personal carece de certidumbre y objetividad. Solo podemos objetivar nuestras experiencias personales si entendemos que son experiencias temporales y parciales, y desde la desmitificación ver en que parámetros se ha dado nuestra experiencia y en que coincide con otras vivencias y su correspondencia con los diferentes estados de conciencia más o menos elevados. De modo que, viendo el contexto completo de la experiencia, le podamos dar la mejor objetividad y provecho. 


Pero la certeza nos fija en una perspectiva que cierra nuestra apertura. Por ello, debemos asumir que nuestra realidad es una constante incertidumbre, y que la seguridad no es inamovible.

Son una gran mayoría los que buscan una seguridad en Dios, a falta de encontrar su seguridad, y si es necesario confían ciegamente en su Dios a cambio de un amparo que obviamente nuca es seguro. Lo que yo pienso, lo que yo creo, lo que yo he experimentado lo queremos fijar como cierto e inamovible, a la vez que lo compartimos haciendo proselitismo de mis creencias, mis ideas, y experiencias, me hace supuestamente más seguro, más confiado; lo cual, nos acerca a un final supuestamente certero, lo que nos lleva a un cierre, a una conclusión que se convertirá en nuestro fin limitativo; llegados a este fin dejaremos de crecer.

Si buscamos la verdad, nunca podemos cerrarnos, limitarnos, ni caer en un conformismo, que nos entregue a la falsa sensación de seguridad. Por ello comprender lo que es nuestra conciencia, es empezar a ver como vemos el mundo y a nosotros mismos. La conciencia siempre está abierta a nuevas perspectivas, siempre que no la cerremos o la condicionemos.


Todo lo establecido puede ser útil en cierta medida y da apoyo a quienes aún necesitan apoyarse en algo fijo, que se puede tildar de cierto; pero con una conciencia abierta e integral siempre hay nuevas fronteras por descubrir, nuevos valores a encontrar, lo que nos permite avanzar aunando partes de una totalidad. Siendo tal totalidad ilimitada, siempre abierta, por ello cada momento de nuestras vidas se debe vivir con plena atención, sin cerramientos, sin condiciones.

La seguridad y la verdad son plenas y abiertas, plenas porque lo seguro es lo que nos sucede en cada momento y esa es la verdad; y abiertas porque cada momento nos ofrece un mar de opciones y posibilidades que enriquecerán nuestras vidas.

Buscar la verdad, no equivale a encontrar una seguridad, una estabilidad, ni un final certero; buscar la verdad es un descubrimiento continuo, una apertura realista, que debe permitir que nuestra conciencia se explaye, conciliando el mundo exterior y nuestro mundo interior que son uno.


Ser ateo o escéptico ante la idea de Dios, solo es una perspectiva más, una forma más de ver el mundo, pero obviamente es una visión como otra más, una visión parcelada que reflejara nuestro estado de conciencia; es decir una visión del mundo y de sí mismos que no es definitiva, ni certera, ni segura.

El concepto que podamos tener de Dios, es tan válido como el concepto que podamos tener de la verdad, solo son conceptos; son visiones particulares que hemos establecido y lo lamentable es creer que son 100% ciertas. Más allá de lo conceptual nuestra conciencia puede ver cómo hemos conformado este mundo y como nos relacionamos con él.

Nos queda mucho aún por descubrir, siendo nuestra conciencia la que nos puede abrir o cerrar el camino hacia la verdad.



Atentamente:

Rafael Pavía.

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